Resignacion y lenguaje
PERO BUENO
Por José Pablo Feinmann
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Cada vez decimos más “pero bueno”. Creo que si por algún motivo se nos
impidiera decir “pero bueno” ya no sabríamos cómo concluir la mayoría
de nuestras frases. O, al menos, muchas de ellas: demasiadas. Creo que
“pero bueno” es una habitualidad lingüística –por decirlo así– cuya habitualidad
crece en la medida en que lo hacen otras cosas. Sobre todo nuestra resignación.
“Pero bueno” no es necesariamente un giro de resignación. Ernesto Guevara
pudo haberlo utilizado. Pudo haber dicho: “Será muy difícil crear las
condiciones del foco guerrillero en Bolivia. Será muy difícil integrar
a los campesinos. O a la gente del Partido Comunista. Pero bueno, lo intentaremos”.
Aquí “pero bueno” funciona como elemento de cierre del razonamiento previo,
lo totaliza. “Pero bueno” es “esto es así”. Y también “qué haremos ahora”.
Guevara dijo: “Lo intentaremos”. La otra posibilidad es: “Será muy difícil
crear las condiciones del foco guerrillero en Bolivia. Será muy difícil
integrar a los campesinos. O a la gente del Partido Comunista. Pero bueno,
habrá que esperar”. Este “pero bueno” es el de hoy.
Uno dice dos palabras. Primero dice “pero”. Después dice “bueno”. “Bueno”
funciona como calificativo de “pero”. Se trata de un “pero” que es “bueno”.
Estamos diciendo: “Este pero es bueno”. Si pensamos que “pero” significa
“sin embargo”, “no obstante”, “pese a” o “a pesar de” y si pensamos que
“pero” es una conjunción adversativa, obtendremos que “bueno” califica
como buena a la adversidad. En suma, la acepta. (Un chiste acerca del
aciago destino de Racing Club me permitirá mostrar hasta qué punto utilizamos
ciertos giros del lenguaje como metáforas de la realidad. Es así: esto
surgió durante unos meses en que a Racing decidieron no embargarle la
boletería. Todos saben que Racing vive al borde de la quiebra, de modo
que embargarle las entradas habría sido hundirlo. Racing consiguió evitar
el embargo. Entonces, en lugar de Racing, empezaron a decirle “no obstante”.
Porque era “sin embargo”.)
El “bueno” de “pero bueno” califica como “bueno” al “pero”. Califica,
por carácter transitivo, como “bueno” a “sin embargo”, a “no obstante”,
a “pese a” y a “a pesar de”. Acepta la adversidad. Y aceptar la adversidad
es resignarse ante ella. En suma, “pero bueno” es la expresión que utilizamos
para aceptar la adversidad, para resignarnos.
Uno dice: “Me pagan una miseria en mi trabajo. Pero bueno, no tengo otro”.
O sea, mi adversidad es buena porque no tengo otra y es preferible tener
una adversidad que no tenerla, lo que hace de mi adversidad una adversidad
“buena”. “Hay corrupción en el Senado. Pero bueno, siempre fue así.” O
sea, está mal que haya corrupción en el Senado pero está bien porque siempre
fue así. La conjunción adversativa “pero” calificada por el sustantivo
“bueno” conduce a la aceptación del hecho. “Pero bueno, siempre fue así.”
Lo que debe leerse como: “¿Qué se puede hacer, qué puedo hacer yo? Si
siempre fue así es porque no se puede cambiar”.
Si uno dice: “Hay corrupción en el Senado, pero terminaremos con ella”
dice “una” cosa. Pero si dice: “Hay corrupción en el Senado, pero bueno...”
cualquier cosa que diga de aquí en más se debilita por la calificación
que el “bueno” otorga. Aunque se diga: “Pero bueno, terminaremos con ella”,
el “bueno” ya introduce un matiz de espera, de paciencia, de “alguna vez”.
El “pero” es una conjunción porque enlaza la frase principal y la subordinada.
Puede tener distintos matices de adversidad con la principal. Puede impedirla,
justificarla, contrarrestarla o atenuarla. Un ejemplo de atenuación sería:
“El traje era caro, pero de muy buena calidad”. Suelo hacer un chiste
con este “pero” de atenuación. Utilizarlo como atenuante pero hacerlo
funcionar con sentido contrario a la atenuación. Es así: “La comida era
poca, pero mala”. O “la comida era mala pero poca”. Que no es exactamente
lo mismo, pues si era “mala” es mejor que sea “poca”. Lo que aumenta la
avaricia del anfitrión (su comida no sólo es mala sino poca) pero disminuye
las penas del huésped (de lo malo al menos le han dado poco).
¿Pero qué relación establece el “pero bueno” entre la frase principal
y la subordinada? Sólo una: de aceptación. El “pero bueno” existe para
aceptar la adversidad. No para impedirla o contrarrestarla. Tampoco –exactamente–
para atenuarla o justificarla. Sino para aceptarla en el modo de la resignación.
Frase principal “Las comitivas de De la Rúa son tan ostentosas como las
de Menem”. Frase subordinada: “Pero bueno, es así”. Ni siquiera decimos
“es así”. Sólo nos encogemos de hombros y decimos “pero bueno”. El “es
así” está implícito.
Diez-ejemplos-diez para concluir: 1) “Tengo tres trabajos y no llego a
fin de mes”. 2) “Tengo mujer y tres hijos y no tengo trabajo”. 3) “Tengo
cáncer de pulmón”. 4) Famoso chiste psicoanalítico: “Me cago encima tres
veces por día”. 5) “El patrón cada vez que me ve, me escupe”. 6) “Mi mujer
se fue con mi mejor amigo”. 7) “La próstata me tiene loco”. 8) “En la
tele sólo dan basura”. 9) “Me gustaría irme de este podrido país”. 10)
“Esta nota es una genialidad y me la pagan tres mangos”. Antecedidas por
la gloriosa conjunción argentina “pero bueno”, estas oraciones se completan
así: 1) “Pero bueno, peor sería no tener ninguno”. 2) “Pero bueno, por
lo menos tengo una familia”. 3) “Pero bueno, de algo hay que reventar”.
4) “Pero bueno, ya no me importa”. 5) “Pero bueno, a veces me erra”. 6)
“Pero bueno, me puse Direct TV”. 7) “Pero bueno, mear cada diez minutos
me mantiene en forma”. 8) “Pero bueno, peor sería que no dieran nada”.
9) “Pero bueno, ya es tarde”. 10) “Pero bueno, por lo menos publico en
Página/12”.
Nota final: Luego de releerla no sé si esta nota es una genialidad. Pero
bueno, no se me ocurrió otra cosa. Tiene, acaso, un mérito: de aquí en
más, cada vez que uno de ustedes diga “pero bueno” se va a acordar de
mí. Bien o mal, no sé. Pero se va a acordar. Pero bueno, un rato nada
más. Nada dura mucho en esta vida. Porque todos sabemos cómo es: triste,
pero corta.
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