Página/12 - Junio de 1998.

Vecinos y travestis
Por José P. Feinmann

 

T.gif (67 bytes) Para toda conciencia progre el antagonismo vecinos-travestis está resuelto desde el inicio. Ya existe una serie de señalamientos político-culturales que lleva al progre a tomar partido por los travestis. Ante todo, porque los vecinos representan la imagen de la seguridad, de la propiedad privada, de la familia establecida, burguesa y "normal". Y son los que, siempre, terminan llamando a la policía. El travesti, por el contrario, es la imagen de la libertad de elección (nadie nace travesti; el travesti se hace), de lo felliniano, de lo pintoresco, de lo transgresor y hasta de la debilidad de la carencia de bienes y de protecciones judiciales y policiales. La cana quiere a los buenos vecinos y desdeña a los travestis.

Así las cosas, esta nota debería consagrarse a decir que los vecinos son los malditos pequeño-burgueses de siempre, que odian lo distinto, lo que transgrede, que reclaman la seguridad de lo establecido, de la propiedad privada y que viven dispuestos a llamar a la cana siempre que esos valores son incomodados. Y que los travestis expresen la libertad, lo débil, lo marginal, lo creativo, en suma, lo insurreccional. Nada menos.

¿Y si no fuera así? O más exactamente: ¿si no fuera tan así? Si esta nota reprodujera la interpretación anterior, sería políticamente correcta. Porque lo políticamente correcto es estar con los travestis. ¿Qué progre se va a animar a defender a los vecinos? ¿Qué progre se va a animar a cuestionar a los travestis? Al contrario, que se jodan los vecinos, que vean las zonas oscuras de la vida, las zonas malditas, las zonas que el olfato pequeño-burgués desea ignorar. ¿Y si los travestis no fueran la trangresión, la libertad, lo fellinesco, lo marginal y lo insurreccional? ¿O alguien cree en serio que un travesti es insurreccional?

Cuando Radar dedicó su edición a cuestionar lo políticamente correcto, puso en la tapa a Boggie, el aceitoso. Boggie era la imagen de lo políticamente incorrecto. La imagen del anti-Clinton. ¿Qué haría Boggie con los travestis? Ignoro si defendería a los vecinos, quienes, sí, son lo que han sido siempre: reaccionarios, xenófobos, antisolidarios, amigos de la yuta. Pero, ¿defendería a los travestis o les diría que nunca, pero nunca, van a lograr ser lo que se desviven por parecer: mujeres? ¿Los defendería o les espetaría sin más que no son nada, ni hombres ni mujeres, que viven en el mundo de la apariencia y no en el del ser (sin llegar por esto ni siquiera a ser posmodernos), y que su cacareada transgresión no es más que barullo, ruido que sólo jode a las amas de casa, lumpenaje triste, autodestrucción sin grandeza, hecatombre que se instala en las páginas amarillistas de Crónica y no en los laberintos grandiosos de la Genealogía de la moral de Nietzsche? Sí, creo (con menos palabrotas filosóficas, claro) que Boggie les diría algo así. Creo, también, que sería difícil refutarlo.