Página/12. 6 de marzo de 1999.

¿Y QUÉ?

Por José Pablo Feinmann

 

t.gif (862 bytes) Gilles Lipovetsky es un filósofo francés que se especializa en trazar brillantes diagnósticos sobre nuestro tiempo. Uno puede o no acordar con sus propuestas, pero sus señalamientos suelen ser impecables. O, al menos, los que se permite hacer, ya que no se mete con todo. Pero tiene un ojo especialmente certero para diagnosticar la cotidianeidad epocal. Uno de sus textos dice: "La seducción y lo efímero han llegado a convertirse en los principios organizativos de la vida moderna". ¿De dónde tomé esta cita? De la revista Caras. Son tan vivos los de Caras que se permiten citar a Lipovetsky. Ocurre que Caras hace una lectura positiva de ese texto. Está de acuerdo con el diagnóstico y le parece bien. Si la vida moderna es eso (la vida moderna o, pongamos, la sobreposmodernidad, que sería algo así como la pos-posmodernidad) está bien que sea eso, y si es eso ellos son quienes mejor lo representan. Ellos, Caras, serían la verdadera encarnación del espíritu de los tiempos. Si uno recuerda que Hegel solía --muy a menudo, en verdad-- decir que sólo vive aquello que es expresión del espíritu del tiempo y que el resto --eso que no expresa la actualidad de una época-- ha devenido pura positividad sin posibilidad de desarrollo dialéctico alguno, si uno, digo, recuerda esto, tal vez conjeture que Hegel diría que los de Caras expresan el ser de estos tiempos, su verdadero espíritu. Que es, claro, no tenerlo. Porque estos tiempos no son, no tienen la densidad del ser sino la ligereza de la seducción y de lo efímero.

Desde este punto de vista, los tiempos actuales se alejan, sobre todo, de la ética. Toda ética requiere de un conjunto de valores en los que se cree porque son absolutos, porque tienen la espesura del ser, porque se acercan a una concepción generalizada (aquí entraría la búsqueda de la universidad kantiana) que apunta a eso que una sociedad entiende por lo bueno. Pero la muerte de los valores implica la muerte de toda ética posible. Voy a ser más claro.

Durante los meses de enero y febrero de este año se rodó en Buenos Aires una película cuya trama --o buena parte de ella-- transcurría en una revista a la que dieron el nombre de... Cosas. Ahí trabaja el protagonista de la historia. Necesitaban hacer muchas tapas de Cosas para pegotear en las paredes de la redacción. Se las encargaron a una diseñadora gráfica que se llama Verónica Feinmann y que es mi hija, detalle que, espero, no desmerezca su talento. Verónica tiene mucho humor, es muy joven y tiene una aguda percepción de estos tiempos. Una de las tapas que hizo fue reveladora. Tomó una foto de mi madre (que anda por los noventa años) y otra de su novio (que tiene 24 o 25). Mi madre aparece en primer plano, muy sonriente, muy feliz. Con una de sus manos abraza o acaricia el rostro joven del novio de Vero y ambos miran angélicamente a cámara. El texto dice: "Somos pareja, ¿y qué?" Esta es la frase que expresa el espíritu de los tiempos que vivimos: "¿Y qué?".

Somos pareja, ¿y qué? Soy peronista, ¿y qué? Soy radical, ¿y qué? Soy xenófobo, ¿y qué? Escribo novelas históricas, ¿y qué? Veraneo en Pinamar, ¿y qué? Uso microbikini, ¿y qué? Esta Suzuki 65XR me costó 15 mil dólares, ¿y qué? Voto a la Alianza, ¿y qué? No voto a la Alianza, ¿y qué? Creo en Dios, ¿y qué? Soy ateo, ¿y qué? Soy corrupto, ¿y qué? Soy gay, no soy gay, soy bisex, soy travesti, soy hetero, ¿y qué? Soy skinhead, si me sacás esa foto te mato, hago fierros y soy una mina con biceps, me gusta el pibe, me gusta la pendeja, ¿y qué? Soy amigo de Alfredo Astiz, ¿y qué? Volvería a decir lo que dije en La fiesta de todos, ¿y qué? Fui asesor de Videla, ¿y qué? Curro créditos en el Instituto de Cine, ¿y qué? Salgo entre los personajes del año de Gente, ¿y qué? ¿Dónde querés que salga? ¿Vos me creés tan idiota como para desperdiciar una oportunidad así? ¿Vos conocés a alguien que, en serio, no quiera salir en la tapa de Gente? ¿Vos jurarías que cualquiera en cualquier momento (aun ese amigo por quien pondrías las manos en el fuego) no va a salir en Gente? ¿Querés que te diga quiénes salieron? Salgo en Gente, salgo en Caras, ¿hay otro lado donde salir? ¿Hay un verdadero motivo que me impida salir ahí? ¿La estupidez, la frivolidad, la banalidad? ¿Soy responsable del espíritu de los tiempos? ¿Soy responsable de que no haya otra cosa sino la estupidez, la banalidad, la frivolidad? ¿Voy a sacar los pies del plato? ¿Hay, acaso, otro plato? ¿Hay otro plato donde poner los pies o te caés de Gente, de los multimedios, de Suar y dejás de existir? Voy a hacer esa película, voy a hacer esa telenovela de mierda, ¿y qué? Voy a hacer todo, absolutamente todo lo que sea necesario hacer para no ser un perdedor, ¿y qué?

Acaba de aparecer una nueva revista. Dice traer "los temas que más interesan en nuestro tiempo". En realidad, es un libro. Es, seamos exactos, una revista que ha sacado un libro. Una vieja revista, amada por nuestros niños. Es la revista Anteojito y acaba de publicar... ¡El libro Anteojito de la globalización! Su propaganda dice: "No prive a sus hijos de esta fundamental obra que los preparará para afrontar exitosamente el tercer milenio". Y añade: "Cursos completos de inglés y computación". E insiste: "Indispensable para entrar en el mundo del mañana y preparar a sus hijos para enfrentar el futuro". Anteojito ya no es Anteojito, Anteojito se globalizó, ¿y qué? Otro símbolo de nuestro tiempo.

Ahora bien, toda nota llega a su fin y uno deja para el fin el más impecable de los elementos que ha elegido para tramarla. Si el tema de esta nota ha sido el intento de dibujar (insisto: no de juzgar) las modalidades de nuestro tiempo, creo que ha llegado el momento de entregar su más perfecta imagen. La acción transcurre en el aeropuerto de Miami. Se prepara el vuelo para Buenos Aires. Una persona que viajará en él y que es amiga de Susana Giménez se sorprende al encontrarla ahí. "Susana, ¿qué hacés aquí? Creí que volabas a Africa para hacer tu safari". "No soy yo la que viaja, querida. Viaja Jazmín. Lo acompaña mi chofer. Encargué que lo alimentaran con lomo y vitina". Si hay una imagen que yo elegiría como la apoteosis del espíritu menemista, es ésta: Jazmín viajando de Miami a Buenos Aires en business class, almorzando lomo y vitina, acompañado por el chofer de Su. Tal vez, al fin y al cabo, debemos agradecerle a nuestra diva nacional entregarnos con tal perfección el espíritu de una época. Que insisto, no pretendo juzgar. Aunque me parezca una mierda. Porque es exactamente eso lo que me parece, ¿y qué?

Post scriptum: Con frecuencia, muchos de nosotros nos sentimos acorralados, fuera de época, perdidos. Sentimos que lo único que nos queda es la indignación y que no podemos transmitir otra cosa. Sin embargo, la indignación es un noble sentimiento. Mientras uno lo tenga, mientras uno se indigne, uno está vivo. Puede plantarse frente al espíritu de los tiempos y decir sencilla y poderosamente, no.