SE ACORTAN LOS PLAZOS PARA DEFINIR ENTRE DEVALUACION Y DOLARIZACION
Los desfiladeros

La descripción del Gobierno transitando un desfiladero y hostigado a cada lado por quienes pretenden la devaluación y por aquellos que propugnan la dolarización de la economía es el primer diagnóstico oficial que identifica algunas cuestiones de fondo. Cavallo dio algunos pasos en dirección hacia los primeros, y el malestar de los sectores financieros lo impulsa ahora en la dirección contraria. La supuesta heterodoxia del ministro no va más allá del tironeo entre ambas fracciones, siempre a expensas de los sectores más vulnerables de la sociedad. Nada sería más nefasto que la combinación de ambas propuestas.

Vocero Baylac, autor del primer análisis sincero de las presiones que condicionan al Gobierno a andar en “un desfiladero”.

Rückauf: Sólo en publicidad
Rückauf gasta 30 millones de pesos al año. ¿Figurarán también su rostro y su firma en los bonos basura con que pagará salarios y aguinaldos, plata de segunda que evidencia la bancarrota de su gobierno?

Por Horacio Verbitsky

El vocero Juan Pablo Baylac dijo que el presidente Fernando De la Rúa era hostigado por ambos flancos. De un lado, por quienes procuran la devaluación del peso argentino. Del otro, por aquellos que proponen la dolarización completa de la economía. Por primera vez en un año y medio un funcionario nacional ha identificado en su diagnóstico algunas de las cuestiones de fondo que condicionan todos los actos de las distintas líneas del gobierno y de la oposición. Por cierto esto no equivale a definir la respuesta adecuada al desafío. Ni siquiera a describirla con exactitud. Según el propio vocero, entre ambos grupos de interés contrapuestos el gobierno habría elegido marchar por lo que Baylac llamó “el desfiladero”, manteniendo la convertibilidad con su actual paridad cambiaria y reactivando la economía, “mediante la expansión del mercado interno y de las exportaciones, lo que implica generación de puestos de trabajo y mejores salarios”. Nada de esto pasa de una expresión de deseos.

Jinetes del Apocalipsis

De esa definición general el gobierno bajó luego a sus expresiones políticas. La versión del diario patronal Ambito Financiero sobre la renuncia del presidente marcó un límite. En respuesta, por primera vez la actual administración identificó en forma precisa a diversos sectores desestabilizadores. La lista es incompleta, pero sustancial. Estos son los jinetes del Apocalipsis de la biblia oficial:
El sector ultraliberal del Centro de Estudios Macroeconómicos, al que pertenece el consejero presidencial Fernando de Santibañes. El impulso de esta secta a la dolarización responde tanto a convicciones e intereses como a vendettas personales. En primer lugar contra el propio De la Rúa (por haber eyectado de la presidencia del Banco Central al fundador del CEMA, Pedro Pou, quien sigue bajo investigación por el lavado de dinero, y del ministerio de Economía al equipo de FIEL, encabezado por sus economistas jefes, Ricardo López Murphy y Daniel Artana). Pero también contra el ministro de Economía, Domingo Cavallo, por haber motejado como traidores a la patria a los Cemitas que dudan sobre la aptitud del equipo económico y su programa, y por haber zamarreado a otro sumo sacerdote del monetarismo aborigen, Roque Fernández, como principal responsable del descontrol del gasto público durante el último mandato presidencial de Carlos Menem.
El propio ex presidente, quien en cuanto supo que corría el riesgo de ser detenido como jefe de una asociación ilícita instó a todos los argentinos a comprar dólares. Cuando Menem afirma ser víctima de una persecución política, ello no implica negar los hechos por los que se lo investiga, en los que nadie conoce mejor que él su responsabilidad. Lo que transmite esa frase es la imperturbable convicción de que todas las decisiones judiciales pueden torcerse si existe suficiente voluntad política. Menem sabe que De la Rúa no lo persigue. Pero sí cree que bastaría una adecuada presión del Poder Ejecutivo para que la Cámara Federal revocara el procesamiento y la prisión preventiva dispuestos por el juez Jorge Urso. Esa óptica es compartida por el ex presidente Raúl Alfonsín, otro veterano manipulador de la justicia. Alfonsín es el introductor en el país de la lottizazione a la italiana (el reparto de parcelas de poder entre los principales partidos para que ninguno quede a la intemperie), que tuvo en el Pacto de Olivos su máxima expresión. Pero también sabe que en Italia tal práctica provocó las investigaciones judiciales de mani pulite y en Venezuela trajo las boinas rojas del chavismo que, en ambos casos, acabaron con toda una clase política. Con toda razón, teme que la causa contra Menem sea apenas el disparador de un proceso similar aquí. Más allá de la caricaturesca prosa decimonónica de su resolución, el juez Urso ha respondido con precisión que no investiga cuestiones políticas, sino delitos tipificados en el Código Penal. Eso es, precisamente, lo que inquieta al más lúcido exponente de la vieja política.
El gobernador de Buenos Aires, Carlos Rückauf, cuya provincia requiere del constante auxilio del gobierno central. En marzo, suspendió el pago a proveedores; en abril dejó de ingresar los aportes sindicales descontados a los empleados públicos (algo que a un empleador privado puede llevarlo a la cárcel) y de liquidar horas extras. Rückauf recibió una provincia endeudada hasta límites inexplicables por su predecesor, Eduardo Duhalde, y no ha tenido las agallas personales como para blanquear esa situación, que su calamitosa administración ha agravado. El año pasado, esa deuda se incrementó en un 120 por ciento. El conurbano, Bahía Blanca, La Plata y Mar del Plata tienen índices de desocupación bien por encima del nacional. Ahora que el índice nacional llega al 16 por ciento, el del conurbano pasa del 18 por ciento y el de Mar del Plata supera el 20 por ciento. Los indicadores de criminalidad también siguen en aumento, a pesar de la luz verde ofrecida a los procedimientos de la policía irrespetuosos de los derechos y garantías constitucionales. En el número de este mes de la revista Mercado, el creador del Instituto de Estudios Económicos y Fiscales, José Sbatella, describe una carrera contra reloj entre la provincia y la Nación, “para ver quién cae antes”. Sbatella no es un adversario político. Por el contrario, también milita en el justicialismo y cuando Rodolfo Frigeri fue secretario de Hacienda del anterior gobierno, lo acompañó al frente de la Dirección General Impositiva. Su vaticinio es que “la provincia cae antes”. Un estudio publicado el mes pasado por el mismo IEFE indica que en el primer año del gobierno de Rückauf se incrementó en un tercio la masa salarial de funcionarios políticos, asesores y secretarios privados de la provincia: de 282 a 383 millones anuales, mientras se reducían las erogaciones en obras públicas, bienes y servicios y fondos remitidos a los municipios. Un pedido de informes presentado el 12 de junio por diputados radicales sostiene que la provincia no está cumpliendo con el saneamiento progresivo de sus cuentas que prometió al firmar el Compromiso Federal, como condición para recibir la asistencia de la Nación. De hecho, Rückauf acaba de presentar como nuevos ajustes, los recortes a los que ya se había obligado entonces y que no cumplió. Sólo en publicidad la provincia gasta 30 millones de pesos al año. ¿Figurará también el rostro y la firma de Rückauf en los bonos basura con que pagará salarios y aguinaldos, plata de segunda que evidencia la bancarrota de su gobierno? “En un marco en el que deben darse ejemplos de austeridad y ahorro, Rückauf malgasta los dineros públicos en órganos con funciones y atribuciones superpuestas, con evidente clientelismo político”, dicen los legisladores. Ponen como ejemplo el Organo Regulador de Aguas, que paga sueldos del personal político a un promedio de 3.200 pesos mensuales. Cuando el presidente del bloque de diputados de la Alianza, Darío Alessandro, dijo que el Banco de la Provincia de Buenos Aires “no da más”, sabía a qué se refería. La última Memoria y Balance del Bapro incluida en la página en Internet corresponde a 1999. No se trata sólo de desconsideración con el público. Tampoco el Banco Central tiene acceso a sus números: el último balance que el Bapro le remitió es el del tercer trimestre de 2000. La pobre calidad de su cartera sigue empeorando. Luego de la asunción de Rückauf, los créditos incobrables pasados a pérdida crecieron casi un 50 por ciento. Los créditos del conjunto de los bancos privados del país superan seis veces los del Banco Provincia, pero sus previsiones por incobrables no alcanzan a tres veces las del Bapro. Lo que sí aumentó allí fue la incidencia de los gastos de administración sobre los activos y la de los honorarios a directores y síndicos sobre los gastos administrativos. El patrimonio neto mejoró en el último trimestre del año, sólo debido a la capitalización de 500 millones de dólares a integrar en nueve años, dispuesta por la Legislatura en octubre pasado. Rückauf advierte que sus aspiraciones políticas se degradan a un ritmo que no le permitiría llegar a la fecha de las próximas elecciones presidenciales, en octubre de 2003. Su plan de forzar el alejamiento de De la Rúa y la convocatoria a elecciones anticipadas no es más que un calco del que Duhalde concibió en 1996, en cuanto entendió que el deterioro del gobierno de Menem también arrastraría su candidatura presidencial.
Falta el cuarto jinete, porque la enumeración no incluye a los sectores que según Baylac presionan por la devaluación. Esto es comprensible, porque entre ellos debería mencionar al denominado Grupo Productivo, que cuenta con la adhesión de Duhalde, pero también de Alfonsín. Aunque incluyera estos matices, a la lista oficial le seguiría faltando otra dimensión de la política nacional. Esta segunda nómina, que el gobierno prefiere ignorar, debería incluir las decisiones del ex ministro de Economía José Machinea que abortaron el atisbo de reactivación que acompañó al cambio de gobierno; la renuncia del vicepresidente, Carlos Alvarez como secuela de la sospecha del pago de sobornos en el Senado y la consiguiente disipación del Frepaso; la confirmación presidencial de López Murphy como ministro de Economía una tarde, en Santiago de Chile, y su reemplazo por Cavallo, en Buenos Aires, esa misma noche; la afirmación del ministro de Salud, Héctor Lombardo, quien según insistentes versiones sería médico, acerca de una grave enfermedad invalidante que padecería el presidente; el sermón sobre ética periodística a cargo del profesor español de la facultad de Periodismo de la Universidad Austral, controlada por el Opus Dei, Carlos Alvarez Teijeiro, que el gobierno obligó a escuchar a los propietarios de medios nacionales; la visita presidencial a un programa de televisión sin mínimos recaudos de seguridad, de modo que el Oso Arturo debió rescatarlo del manoseo de un hombre que lo tomó de la solapa; la identificación del conductor de ese programa como adversario político por un burdo sketch humorístico; la afirmación del propio De la Rúa de que su sueldo no le alcanza para llegar a fin de mes; la del gobernador chaqueño Angel Rozas de que De la Rúa está superado por los acontecimientos. Ninguna de ellas se debió a los especuladores financieros ni a la oposición justicialista.

120 vs 120

En su trabajo aún inédito “Modelo de acumulación de capital y sistema político en la Argentina”, al que también llama “Notas sobre las formas de dominación durante la valorización financiera (1976-2001)”, el economista Eduardo Basualdo describe la relación del sistema político con las distintas fracciones de los sectores dominantes. Sostiene que el sistema político privilegió como interlocutor a aquella fracción constituida por los grupos económicos locales y algunos conglomerados extranjeros de origen europeo instalados en el país, como Techint, que se expresa a través de su sello cautivo, la UIA. Además de la devaluación que valorizaría sus cuantiosos activos financieros depositados en el exterior, reclaman el subsidio fiscal y crediticio a las producciones locales que conservan, por lo general exportables, y el control aduanero. Cavallo ha dado algunos pasos en esa dirección, con la devaluación fiscal que denominó factor de empalme y con los programas de competitividad sectorial, que han puesto en riesgo la relación estratégica con Brasil. Esto explica el malhumor de la otra fracción, aquella que apuesta a la dolarización como salida y que ha contraatacado reclamando un nuevo ajuste en los gastos del sector público, vía Anses, Pami y provincias, a lo que Cavallo también ha accedido. Su presunta heterodoxia no va más allá del tironeo entre ambas fracciones, siempre a expensas de los sectores más vulnerables. Nada sería más nefasto que la combinación de ambas propuestas. El rol de Cavallo es el de intermediario entre estas exigencias y el resto del gobierno nacional, que no atina a formular alternativas.
Basualdo incluye un cálculo que ayuda a entender lo que está en juego. Los activos propiedad de capitales extranjeros radicados aquí alcanzan a unos 120 mil millones de dólares. El mismo monto tienen los capitales de origen local fugados del país. Esto implica que cualquiera sea el porcentaje de una eventual devaluación, implicaría una transferencia directa de recursos del primer al segundo sector. Una devaluación del 10 por ciento, por ejemplo, se acercaría al precio que Repsol pagó por YPF, unos 13 mil millones de dólares.
Aparte de la modificación de la paridad cambiaria, la pugna entre ambas fracciones de los sectores dominantes se expresa también en diferentes visiones sobre el sistema político. Los organismos internacionales de crédito, que representan a los intereses extranjeros y en especial estadounidenses, proponen una reformulación del sistema político, como forma de neutralizar su subordinación a la otra fracción y de subordinarlo a sus propios intereses. Impulsan en ese sentido propuestas de democratización y combate a la pobreza, que no atribuyen a las políticas de ajuste sino a la corrupción del sistema político. Sus posiciones pueden confundirse en algún momento con las de los sectores sociales populares, interesados en una verdadera democratización. Claro que las políticas de lucha contra la pobreza originadas en los organismos internacionales son siempre intervenciones focalizadas, sobre las manifestaciones de pobreza extrema y nunca generalizadas, porque eso se considera un vicio populista. Si el bando dolarizador bastardea el reclamo popular de democratización y lucha contra la pobreza, el devaluacionista hace otro tanto con la defensa de los intereses nacionales. Si se atiende a su discurso, los grupos locales y los conglomerados europeos encarnan la mítica burguesía nacional de los tiempos del primer peronismo, agredida por los capitales foráneos y los organismos internacionales. De este modo ocultan que luego de la dictadura militar a la que sostuvieron, se expandieron y lo siguen haciendo sobre la base de la valorización financiera de los capitales que sacaron del país, la desindustrialización y la concentración del ingreso. La salida exportadora de bienes con ventajas comparativas naturales que este sector propone como motor del crecimiento económico, y el desconocimiento de la denominada deuda externa que también postula, le permitiría lo que Basualdo llama “un nuevo salto en su acumulación de capital”. La desocupación y la pobreza no se modificarían, porque sus productos exportables tienen poco impacto sobre la ocupación de mano de obra. Por el contrario, tendería a consolidar los bajos salarios, que ya no actúan como componente de la demanda y sólo como costo a reducir.

Lucha por la hegemonía

Si los dolarizadores postulan la inserción internacional del país a través del ALCA, los devaluacionistas miran hacia el Mercosur, por la incidencia de Brasil como destino de la producción primaria local. Esto les permitiría quebrar el frente adversario e incorporar a su propuesta a algunos de los consorcios privatizados que quedaron en manos europeas, cuyas producciones de gas, petróleo o electricidad son potencialmente exportables a países limítrofes. Según Basualdo, se trata de un “pseudo proyecto nacional” detrás del cual se nuclea un amplio espectro de “instituciones tradicionales” entre las que menciona a “sectores de la burocracia sindical, organizaciones empresarias y los sectores más tradicionales de la Iglesia Católica”. Basualdo concluye que ninguna de las propuestas enfrentadas se agota en la reivindicación de intereses inmediatos, “sino que tienen un carácter estratégico que, mediante la constitución de una alianza social, busca detentar la hegemonía en la sociedad. Para lograrlo, cada una de ellas integra alguna de las reivindicaciones que sostienen los sectores populares, pero las mismas son vaciadas y reprocesadas en función de los intereses de la respectiva fracción dominante que la impulsa. Este proceso de apropiación y reprocesamiento de las reivindicaciones populares introduce un alto grado de complejidad y confusión, que tiene como objetivo oscurecer el hecho de que ninguna de las propuestas dominantes incorpora, ni siquiera insinúa, algún elemento que indique la voluntad de profundizar el proceso democrático mediante la participación popular y la redistribución progresiva de los ingresos, elementos que constituyen ejes centrales de una genuina propuesta popular”. Este otro desfiladero es el que deben recorrer los sectores populares que no tienen nada para ganar en el desenlace de la puja entre devaluacionistas y dolarizadores que, en cualquier hipótesis, incluye dosis crecientes de represión. Así se advierte en los fallos judiciales de primera y segunda instancia de Salta, que aplicaron las figuras de sedición y de asociación ilícita a los trabajadores que cortaron las rutas en Tartagal y Mosconi.

 


 

Ceros

El ex secretario de Comunicaciones y actual intendente de Córdoba, Germán Kammerath, descalificó como “disparatada” la denuncia de la Oficina Anticorrupción por omitir evaluaciones y ajustes luego del rebalanceo telefónico de 1997 y le atribuyó la “finalidad política de desacreditarme”. El decreto que aprobó aquel cuadro tarifario estableció que su efecto debía ser neutro sobre las ganancias de las licenciatarias y que Kammerath era responsable de comprobarlo, efectuando mediciones trimestrales y evaluaciones semestrales durante los dos años posteriores a su entrada en vigencia. Pero según el cálculo de la Oficina Anticorrupción las empresas obtuvieron ganancias extraordinarias por 28.000.000 dólares, por defectos en la metodología empleada para realizar las mediciones. En una presentación espontánea ante el juez federal Gabriel Cavallo, que instruye la causa, el ex secretario de Comunicaciones dijo que la OA debería exigir a las actuales autoridades la aplicación de las rebajas tarifarias determinadas por su sucesor, Alejandro Cima, diez días antes de la asunción de Fernando De la Rúa. Esto beneficiaría en 18.073.242 de pesos a los usuarios de Telefónica y en 9.487.256 a los de Telecom.
Según Kammerath lo asistieron en la elaboración del método para calcular las eventuales ganancias o pérdidas de las empresas el consultor del Banco Mundial Doyle Gallegos y el especialista de la Unión Internacional de Telecomunicaciones Ramón Frediani, y la Sindicatura General de la Nación manifestó su conformidad en mayo de 1997. El INDEC auditó los datos entregados por las empresas y la Comisión Nacional de Comunicaciones no objetó la información económica. Si bien el procesamiento y análisis de esa información originó una resolución provisoria, la 18.968 del 5 de julio de 1999, Kammerath explica que “para verificar” los resultados “estimé conveniente” solicitar a la CNC que contrate a la facultad de Ciencias Económicas de la UBA para que realice una nueva medición. Con la nueva base de datos se obtuvieron los resultados definitivos, que calcularon el perjuicio para los usuarios en casi 28.000.000 de pesos. El intendente de Córdoba señala que la OA “omite maliciosamente” las reducciones tarifarias que él aplicó al dictar los price cap (precios topes) mediante las resoluciones 3115 y 3118 de 1997, y 2465 y 2466 de 1998. Agrega que las licenciatarias le solicitaron “que le reconozca las pérdidas en sus ingresos” pero que las rechazó porque no habían efectuado la publicidad ordenada por el decreto de rebalanceo y porque por entonces existían “distintos fallos judiciales contradictorios”, que hacían que “la elasticidad producida en la demanda” fuese “sensiblemente menor a la esperable”.
La nota del domingo pasado que informó sobre la denuncia contra Kammerath incluyó un grueso error: multiplicó por mil el beneficio extraordinario de las empresas, que la Oficina Anticorrupción estimó en 28.000.000 de pesos. Junto con el pedido de disculpas a los lectores, vale la pena destacar la facilidad con que el error fue aceptado. Sólo lo hicieron notar la propia Oficina Anticorrupción, que reiteró el dato original, y el diputado socialdemocrático Héctor Polino, cuya estimación preliminar cifra esa ganancia extraordinaria en 1.000.000.000 de pesos. Es como para pensar que hasta la afirmación más extravagante parece verosímil cuando se trata de las ganancias de las empresas de servicios cedidas a la gestión privada en la década de 1990.

Informe: Diego Martínez