Por Horacio Verbitsky
En un punto al menos es posible
coincidir con los sectores del pensamiento conservador que aquí
se denomina liberal: la clave del problema argentino no es la economía,
sino la política. Las diferencias empiezan cuando se trata de describir
en qué consiste el problema político. Como bien lo saben
los organismos financieros internacionales y los gobiernos poderosos del
planeta, la Argentina no es un país pobre sino rico. Pese a que
su estancamiento no lleva tres años sino un cuarto de siglo (lapso
en el cual el ingreso per cápita se contrajo un ocho por ciento)
sigue en el tramo medio-alto de la nómina mundial. Sin embargo,
la imposibilidad del Estado de hacer frente a todos sus compromisos y
la catastrófica distribución de esa riqueza son los mejores
testimonios del fracaso del sistema político, cuya propia sustentabilidad
se coloca en duda.
Del 13 al 60
La anunciada reducción del 13 por ciento es un piso que puede
ser muy pronto perforado. Un cálculo inquietante será puesto
mañana a consideración del Frente Nacional contra la Pobreza
por Martín Hourest y Claudio Lozano: la confiscación de
salarios estatales y jubilaciones llegaría a un 40 por ciento en
la hipótesis optimista de un crecimiento nulo en el último
trimestre, y del 60 por ciento en la más realista de una caída
del 1,5 por ciento, como ya comienzan a admitir el ministerio de Economía
y los organismos financieros internacionales. Que el presidente Fernando
De la Rúa no haya encontrado mejor oportunidad que el Día
de la Gendarmería para jactarse de que adoptó medidas
que nadie se atrevió antes a tomar ratifica el extravío
del gobierno, como si hubiera leído allí el discurso preparado
para el posterior encuentro con el viceministro de Economía estadounidense
John Taylor. La respuesta del comandante Hugo Miranda hizo notar que la
mitad de sus hombres viven con menos de 500 pesos mensuales, es decir
entre el nivel de pobreza y el de indigencia y que sólo
uno de cada diez gendarmes cubre los costos de la canasta familiar. En
su clásica obra de 1962 En defensa de la política,
el politólogo inglés Bernard Crick sostiene que la política
surge de la aceptación de limitaciones. El carácter
de esa aceptación puede ser moral, pero más a menudo es
simplemente prudente; es el reconocimiento del poder de otros grupos e
intereses sociales, la consecuencia de la incapacidad de gobernar en solitario,
sin mayor violencia. Si ésa es la situación de la
fuerza escogida para reprimir la protesta social, podrá ser tan
difícil obtener consenso para el rumbo fijado por el gobierno como
asegurarlo por la coerción. En cualquier caso merecería
recordarse con Crick que el orden político no es cualquier tipo
de orden y que implica el reconocimiento de la libertad, cierta
tolerancia de verdades divergentes y el reconocimiento de que la gobernabilidad
no sólo es posible sino que se ejerce mejor cuando los intereses
rivales se disputan en un foro abierto. Como los piquetes, por ejemplo.
Los ex
Las respuestas políticas impulsadas por dos ex presidentes y dos
ex vicepresidentes no toman en cuenta la excepcionalidad de la situación
que contribuyeron a crear. El más extremo en sus definiciones es
Carlos Menem, quien afirma que el país se incendia y propone sofocar
el fuego con los billetes verdes que quedan de las reservas monetarias.
Pero al mismo tiempo, es el de expectativas personales más módicas,
porque no está seguro de poder mudarse antes de 2003 a un domicilio
del que pueda salir a voluntad. El gobierno de unidad nacional imaginado
por Raúl Alfonsín reedita su viejo proyecto de parcelización
del poder entre los principales partidos. En su hipótesis de máxima,
Alfonsín se propone elaborar unaalternativa a la coalición
de gobierno con el cavallismo. Para ello desea sumar al Frepaso y el duhaldismo,
esta vez también con participación de los sindicatos de
trabajadores y de patrones. En la de mínima, aspira a aclarar sus
sombrías perspectivas electorales. Eduardo Duhalde cuenta con el
mismo libreto y los mismos actores, pero se reserva el papel central,
algo más ambicioso. No desdeñaría una elección
vicepresidencial en octubre, como escala hacia la Casa Rosada. Tampoco
su designación como jefe de gabinete, luego de la victoria sobre
Alfonsín, o su nombramiento por la Asamblea Legislativa para completar
el mandato presidencial. El horizonte del otro secuaz de Menem, Carlos
Rückauf, no llega hasta octubre. Sus visiones apocalíticas
están teñidas por el colapso que ya ha sufrido su gobierno
provincial. Además del pago de salarios en fechas inciertas y con
bonos basura también está planificando despidos y no vaciló
en echar su maldita policía sobre los desocupados. Rückauf
cree que un desenlace se avecina y está reforzando contactos con
radicales y gremialistas, entre quienes obtiene auditorios más
atentos que en su partido justicialista. Por ahora Víctor Martínez
y Carlos Alvarez mezquinan sus apariciones y consejos sobre cómo
salir de la crisis. La dolarización completa a la que apuesta Menem
preservaría el valor de los activos adquiridos por capitales extranjeros.
Alfonsín, Duhalde y Rückauf basan sus especulaciones en el
convencional modelo nacional y popular. Su remedo posible
hoy incluiría la suspensión de los pagos de la deuda pública
y una devaluación del peso, que valorizaría las inversiones
financieras en el exterior de los autodenominados sectores productivos.
Sólo sería satisfactorio para la transnacional italiana
Techint, los grupos económicos locales que giran en su órbita
y su cámara patronal cautiva, donde los Rocca le abrieron el micrófono
a un ex industrial con sinceras inquietudes sociales.
Usos de la deuda
El más somero análisis del presupuesto llama la atención
sobre el desproporcionado peso de los intereses de la deuda pública
sobre cualquier otro rubro. Sin él, no habría déficit
sino superávit. Lo cual ha llevado desde un extremo hasta otro
del arco ideológico a propiciar el repudio o la reprogramación
de esos pagos. Esto no excluye ni siquiera al gobierno nacional, que cuestiona
esas propuestas cuando las hacen otros pero igual las practica, a su manera.
No otra cosa fue el escandaloso megacanje, que a cambio de un estiramiento
del cronograma ha incrementado la deuda en no menos de 20 mil millones
de dólares, además del despilfarro de comisiones por unos
150 millones, en beneficio de personas e instituciones asociadas en forma
tan directa al ministro de Economía Domingo Cavallo que su documentación
en alguna instancia gubernativa podría producirle un vuelco estrepitoso.
Si bien el presupuesto suministra una rápida instantánea
de las prioridades de gasto, mucho más elocuente resulta la balanza
de pagos. Entre 1992 y 2000, registra una salida de algo más de
41 mil millones de dólares en pago de intereses de la deuda pública
y unos 55 mil millones por amortizaciones. En total, 97 mil millones.
Pero en el mismo lapso ingresaron préstamos por casi 137 mil millones.
Esto significa un saldo positivo de casi 40 mil millones. Lo primero que
puede decirse, entonces, es que ninguno de los problemas que agobian al
país puede atribuirse al pago de intereses de la deuda, ni a la
amortización de su capital. Para descubrir detalles más
significativos es imprescindible un lente que diferencie el flujo neto
de capitales del sector público y del sector privado. Siempre en
el mismo lapso el sector privado ingresó casi 47 mil millones de
dólares (61 mil por inversiones directas, menos 14 mil en remesas
de utilidades y dividendos). El endeudamiento externo del sector privado
dejó un saldo favorable de 19 mil millones (préstamos del
exteriorpor 130 mil millones, menos amortizaciones e intereses por 111
mil). Pero el sector privado fugó del país casi 68 mil millones
y no repatrió ni una moneda, con lo cual su saldo neto fue deficitario
en 1.600 millones de dólares. Que su fuga de capitales sea casi
idéntica al ingreso por inversiones directas y endeudamiento constituye
un dato central para comprender los hábitos predatorios de la burguesía
nacional (por usar con propiedad un término de la mitología
política). Si se integran en un mismo cuadro los flujos netos de
capital del sector público y del privado, los ingresos totales
son de 329 mil millones y los egresos de 291 mil, con un saldo positivo
de 38 mil millones. Una mitad corresponde a reservas. La otra se explica
por el déficit del sector privado en otros rubros: balanza comercial,
servicios reales, viajes al exterior. El comportamiento de este sector
no varió desde la dictadura militar hasta ahora. El endeudamiento
que tomó no fue para invertir en la economía real, en empresas
nuevas o en las ya instaladas, ya que no se registra ningún shock
de inversión equivalente. Esos recursos sirvieron para obtener
beneficios exorbitantes con la tasa diferencial de interés en el
mercado interno, la posterior toma de ganancias y su resguardo en el exterior.
Pero como no produce dólares, el sector privado se los compra al
Estado que, para obtenerlos, debe endeudarse. Este proceso se exacerbó
en la década del 90 con las ganancias patrimoniales extraordinarias
por las privatizaciones, cosa que se verifica por el pico de fuga coincidente
con las ventas de participaciones en empresas privatizadas, entre 1995
y 1997.
En 1999 la Auditoría General de la Nación formuló
una observación al respecto que adquiere especial pertinencia en
estos días de retórica sobre disminución del gasto
público. Además de financiar el desequilibrio fiscal la
deuda pública cumple el papel menos evidente de proveer divisas
a la economía nacional, requeridas para la acumulación de
reservas y para el financiamiento de los déficit en divisas de
los restantes sectores económicos, dice. Si mediante los
sacrificios impuestos se lograra el equilibrio fiscal y no hubiera nuevo
endeudamiento, el sector público contaría con los recursos
para hacer frente a los intereses de la deuda preexistente, una vez que
los convirtiera en moneda extranjera para transferirlos al exterior, donde
nunca creyeron que un peso fuera igual a un dólar. Para que ello
fuera posible debería haber dentro del país un sector privado
que generara esos recursos en divisas y se los vendiera. Es decir que
la deuda externa privada tendría que pasar a ocupar un papel
importante en la contribución a la acumulación de reservas,
agrega la Auditoría, dependiente del mismo Congreso que votó
la ley del déficit cero sin la menor reflexión sobre su
significado. Como el sector privado también ha llegado al tope
de su capacidad de endeudamiento esto sugiere la existencia de una
potencial inconsistencia macroeconómica, asociada a un eventual
ajuste fiscal, concluye la AGN. Este es un esbozo del intrincado
mecanismo por el cual el endeudamiento público terminó financiando
la fuga de capitales, y del que no da cuenta la entusiasta consigna del
No pago.
Santa María
El documento del Frenapo considera falaz la distinción entre sector
productivo y sector financiero, ya que el conjunto del bloque dominante
participa de este régimen especulativo de valorización financiera,
aunque alguna fracción lo haga de manera subordinada. Por eso,
las formulaciones industrialistas adversas a la apertura comercial
no son acompañadas por un planteo similar respecto del modelo de
apertura financiera y nada dicen sobre el tratamiento a aplicar a la masa
de capitales especulativos o rentistas. Es ostensible que ese sector que
ahora adopta un lenguaje nacionalista y productivista es el mayor responsable
de la fuga de capitales. La fracción del bloque dominante hegemonizada
por los bancos, los operadores financieros y las AFJP insisten en la profundización
del ajuste para volverlo estructural, es decir irreversible. Esto incluye
desde reformas institucionales (como la desaparición de provincias
que se fundirían en regiones y la reducción de los poderes
legislativos nacional y provinciales) hasta negocios como la mercantilización
absoluta de la seguridad social, la salud, la universidad y el sector
científico y tecnológico. Este sector retiene una alta capacidad
de chantaje sobre el gobierno y la sociedad por vía de lo que Hourest
y Lozano llaman terrorismo cultural, pero carece de toda legitimación
social y no parece en condiciones de disciplinar una vez más a
los otros integrantes del bloque dominante en una salida expansiva.
La otra fracción del bloque dominante, que incluye a buena parte
de los grandes grupos económicos busca construir su capacidad de
liderazgo sobre éste y no sobre otro bloque dominante. Su herramienta
preferida es la devaluación acompañada por un shock capitalista,
que habrá que ver si no es lo mismo que un golpe capitalista,
dice el documento. Dada la resistencia oligopólica a la modificación
de los márgenes de rentabilidad, tal devaluación incrementaría
el proceso de concentración y cargaría el costo de la reformulación
capitalista sobre las espaldas de los trabajadores. Junto con la moneda
se devaluaría la sociedad. Esta fracción exhorta a detener
el flujo de capital destinado a honrar los compromisos externos del sector
público. Pero nada dice sobre la deuda del sector privado, cuya
tasa de crecimiento supera a la del sector público, en paralelo
al incremento de la fuga de divisas. Con toda probabilidad, si esta fracción
lograra el control de la política económica reanudaría
los pagos de intereses de la deuda, una vez redistribuidos sus costos.
Tampoco se marginaría de participar como socio abrepuertas en el
desguace de la seguridad social, la salud o la educación, cuyos
beneficios volvería a valorizar en colocaciones financieras, como
hizo con los de las privatizaciones del menemismo.
Desde hace varias décadas, los mayores grupos económicos
que operan en el país (la italiana Techint, Pérez Companc
y Macri) mantienen relaciones especiales con las fuerzas principales del
sistema político tradicional. El 21 de marzo de 1993 este diario
publicó el primer documento que se haya conocido acerca de esos
negocios, a propósito del gasoducto Loma de la Lata, entre Neuquén
y Buenos Aires, construido por los tres. La financiera cautiva de Techint,
Santa María, recaudaba los aportes, proporcionales a la participación
de cada grupo en el consorcio, y pagaba las Prestaciones de sede
a funcionarios y políticos, tanto radicales como peronistas, y
a competidores excluidos del negocio, para que no protestaran. Sólo
en el año 1987 se pagaron en tangenti por esa obra 11.527.000 dólares,
o expresado con la técnica financiera de las planillas de Santa
María: 11.527 US$ x10 a la tercera. El más alto porcentaje
de las contribuciones, casi 3 millones de dólares, se pagó
el mes previo a las elecciones del 6 de septiembre, en el que se adelantaron
parte de las cuotas de los meses siguientes. Esto explica la mayor facilidad
de este sector para tratar con duhaldes, rucucus y alfonsines y también
su posibilidad de apelar a las clases subalternas en castellano o pasable
cocoliche.
Las dos fracciones se demuestran inoperantes para formular propuestas
sociales capaces de hacer que la economía y la sociedad argentinas
con este régimen social de acumulación dejen de comprar
al mundo más de lo que le venden, pagarle más de lo que
reciben, girar más utilidades que las conseguidas en terceros mercados
y fugar más de lo que invierten, sostiene el documento. Lo
más grave de esta prolongada crisis interna del bloque dominante
es la inmoral dilapidación de reservas: entre marzo
y julio se perdieron 12 mil millones de dólares, cifra similar
a lanecesaria para financiar un shock distributivo que frene la flexibilización
de las condiciones de ciudadanía.
El salario de ciudadanía
El Frente Nacional contra la Pobreza plantea un salario de ciudadanía,
constituido por un seguro de desempleo de 380 pesos mensuales y una asignación
universal por hijo de 60, con el cual ninguna familia quedaría
por debajo de la línea de pobreza, de 500 pesos. Esta propuesta
será sometida a consulta popular el 10 de diciembre. Ante la agudización
de la crisis, el Frenapo analizará un programa de emergencia de
tres puntos.
1 Fijar un nuevo piso distributivo
No hay mayor problema que la distribución del
ingreso, que se manifiesta en la extrema pobreza, simultánea con
la extrema riqueza y el estancamiento estructural. Sólo sobre un
nuevo piso distributivo que implique inclusión social y fortalecimiento
del mercado interno es posible asentar un proceso sostenido de crecimiento
de la oferta de bienes y servicios. Los criterios de reparto o capitalización
cederían paso a un sistema mixto de contribuciones e impuestos
para financiar un ingreso solidario universal, con cargo a rentas generales.
Las AFJP podrían recibir los aportes voluntarios de los sectores
de mayores ingresos, pero el Estado recuperaría los aportes que
les cedió en la Segunda Aparición de Cavallo. Además
de la reorientación de la política fiscal que tendería
a capturar los 34 mil millones de dólares anuales de evasión
aduanera y fiscal se propicia un compromiso federal entre la Nación
y las provincias, con una política coordinada de eliminación
de exenciones y una base común recaudatoria. También se
debería replantear la política social, con un sistema único
nacional que erradique la aberrante dispersión y anarquía
de programas.
2 Evitar el despilfarro
Una estrategia colectiva de austeridad para salir de
la crisis presupone:
Optimizar el rendimiento social
de las reservas monetarias, que constituyen la contrapartida del esfuerzo
nacional en vez de malgastarlas financiando el negocio de especuladores
financieros.
Substituir los actuales planes
de competitividad, que financian negocios privados por un sistema de incentivos
que premien los incrementos de cantidad y calidad de bienes y servicios.
Establecer diferente trato
cambiario y fiscal para cada tipo de actividad económica.
Gravar las ganancias distribuidas
y eliminar el régimen de exenciones al impuesto a las ganancias.
Retirar al sector público
del mercado de crédito de corto plazo definiendo un programa crediticio
anual.
Desamarrar el peso de los vaivenes
de la economía estadounidense, mediante una canasta específica
de monedas para las respectivas transacciones, en coordinación
con el Mercosur.
En ese contexto sí,
reestructurar en forma ordenada los pagos de la deuda pública,
mediante un compromiso de crecimiento que permita a la Argentina recuperar
solvencia externa y fiscal. La reprogramación comenzaría
por los tenedores locales de los títulos.
3 Gobernar los mercados
Los mercados sólo admiten clientes con demanda solvente y las sociedades
se construyen con ciudadanos, de expectativas siempre insatisfechas. Gobernar
los mercados implica:
Reformular la apertura financiera,
desincentivando la entrada de capitales de corto plazo e incentivando
la radicación de emprendimientos productivos, en coordinación
con el Mercosur. Negociar y condicionar la remisión de utilidades
al exterior.
Regular las tarifas en los
mercados donde se han producido privatizaciones, crear redes de productores
locales con financiamiento externo para sus compras en el exterior.
Cuestionar las graves tendencias
a la oligopolización que presenta la economía argentina.
Muchas de estas herramientas y políticas contradicen el sentido
común que el bloque dominante mediante diversos tipos de violencia
ha implantado en la Argentina. La profundidad de la crisis social y política,
que ha convertido a los partidos mayoritarios en simples operadores electorales
de las estrategias de dominación, reclama un nuevo sentido para
pensar la patria. No hay nación sin pueblo. Para salvaguardar
la nación ofrecemos ideas que unen a los sectores medios empobrecidos,
a los piqueteros, a los trabajadores, a las pequeñas y medianas
empresas.
En su libro En busca de la política el sociólogo
Zygmunt Bauman fundamenta su idea de un ingreso básico parafraseando
la frase escrita por Marx en la época de emergencia
del capitalismo salvaje según la cual los trabajadores
no pueden liberarse sin liberar al resto de la sociedad. En la época
del capitalismo triunfante, podría decirse que .el resto de la
sociedad humana no puede liberarse de su miedo ambiente ni de su impotencia
si su parte más pobre no es liberada de sus penurias. Sacar a los
pobres de su pobreza no es tan sólo un asunto de caridad, conciencia
y deber ético, sino una condición indispensable (aunque
meramente preliminar) para reconstruir una república de ciudadanos
libres a partir de la tierra baldía del mercado global. Como
bien ha advertido la ministra de Trabajo Patricia Bullrich, a partir del
congreso piquetero de La Matanza, cuyas resoluciones volverán a
llevarse a la calle pasado mañana, la mera reivindicación
ha dejado lugar a la planificación política. Ahora el gobierno
conoce también los rudimentos de su programa.
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