Por Horacio Verbitsky
El apoderado
del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires, Orlando Caporal,
impugnará esta semana el fallo del juez cordobés Ricardo
Bustos Fierro, que habilitó a Carlos Menem a disputar con Eduardo
Duhalde la candidatura presidencial por el PJ. Si el gobernador de Buenos
Aires no estuviera tan ocupado en defender la Constitución para
que el Presidente no se la lleve por delante, tal vez podría ocuparse
de hacer cumplir la resolución en firme de la Suprema Corte de Justicia,
que inhabilitó de por vida a Caporal para desempeñar cualquier
cargo público. Además de apoderado del PJ, a cargo de defender
la legalidad en las cuestiones partidarias, Caporal es abogado personal
de Eduardo Duhalde. Fue secretario general de su gobernación y desde
hace dos años es interventor en el Hipódromo de La Plata.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación desestimó en 1996
un recurso extraordinario de prescripción de la pena, y hace cien
días, en noviembre de 1998, la Fiscalía de Estado de la Provincia
dictaminó que la exoneración seguía en pleno vigor.
Para quienes no comprenden por qué Duhalde lo mantiene a su
lado, conviene saber que Caporal organizó una estructura de inteligencia
paralela que intervino en el manejo de la información sobre el asesinato
de José Luis Cabezas, a la que el gobernador atribuyó importancia
decisiva en sus perspectivas electorales. Dirigentes de otras líneas
del justicialismo bonaerense estiman que a esa fuerza de tareas que Caporal
conduce desde el Hipódromo se le asignó en los primeros meses
posteriores al crimen un presupuesto superior a los tres millones de pesos.
Los sofisticados equipos de comunicaciones del Hipódromo, con antenas
parabólicas y conexiones satelitales, permiten múltiples
usos. En ese equipo se desempeñan varios ex comisarios, uno de ellos
también exonerado de la policía provincial, a quien sus ex
camaradas vinculan con la banda de Aníbal Gordon y con los grupos
neonazis que profanaron tumbas en cementerios de la provincia. Caporal
fue el primer allegado al gobernador Duhalde en lanzar la afirmación
ofensiva de que Cabezas fue “víctima de una venganza por una extorsión”.
El repudio general por esa afirmación indujo a Duhalde a abandonarla
y a rechazar en una conferencia de prensa cualquier hipótesis que
desvinculara el asesinato de Cabezas de su trabajo profesional. Las confesiones
de la llamada Banda de Los Hornos en las ahora que se sostiene la segunda
historia oficial del caso serán sometidas a crítica durante
la audiencia oral del juicio público a mediados de año. Los
horneros son un grupo de zaparrastrosos que no tienen ni dónde caerse
muertos. Sin embargo, los defienden los abogados más caros de La
Plata, vinculados desde siempre con la policía. Uno de ellos, Fernando
Burlando, dijo que no les cobra por su trabajo. Durante una entrevista
en su semipiso de 47 entre 13 y 14 de La Plata, equipado con equipos electrónicos
para detectar cámaras y grabadores ocultos y un sistema cerrado
de televisión con tres cámaras, también negó
haber recibido dinero de la gobernación. “Vivo muy bien, no me puedo
quejar. Lo atractivo para mí es el trabajo”, dijo.
A campo traviesa
La exoneración de Caporal (nacido el 25 de mayo de 1932, DNI
N° 5.139.464), y su inhabilitación de por vida para cualquier
cargo público nacional, provincial o municipal fue dispuesta por
la Suprema Corte de Buenos Aires el 7 de marzo de 1967. El 31 de agosto
de 1966, un oficial de justicia y un policía ejecutaban el desalojo
de un campo en Olavarría, dispuesto por un tribunal luego de cinco
años de juicio. El arrendatario les advirtió que podrían
sacarlo, porque había pagado a un abogado de la Capital Federal
para que consiguiera “la colaboración de un actuario, quien obtuvo
la suspensión de la diligencia procesal”. Según la denuncia
el procedimiento fue interrumpido por la llegada del “doctor Orlando Caporal,
Secretario Penal del Juzgado Penal y Criminal N° 1 del vecino departamento
judicial de Azul, que no tiene relación orgánica con el expediente
ni tampoco su Secretaría se encuentra de turno en la zona, para
involucrarse en la diligencia. En automóvil, a campo traviesa y
a gran velocidad irrumpe el funcionario, quien tras bajar del rodado y
acreditar su identidad exhorta al Oficial de Justicia a suspender la ejecución”.
Con artes de adivinación dijo que, “se iba a presentar en su juzgado
un recurso de amparo”, por defectos formales en la orden de desalojo y
según testigos amenazó al oficial de Justicia. Lo insólito,
prosigue la denuncia “es que sin una orden judicial escrita se suspenda
un procedimiento ordenado por el tribunal competente”. El apoderado de
Estancias Las Toscas S.A. pidió a la Cámara de Apelaciones
de Azul que no permitiera “estos negociados” entre quienes “administran
justicia”. El Código de Procedimiento Civil y Comercial de la provincia
amenaza con la “destitución inmediata” a los secretarios y demás
empleados judiciales, que intervengan en o tramiten “asuntos judiciales
en representación ajena”. Por eso, el mismo día en que se
presentó la denuncia, Caporal renunció a su cargo, al que
había ingresado en 1965. La Suprema Corte tomó declaración
a once testigos de cargo y a seis de la defensa, recibió el descargo
de Caporal, solicitó dictamen del Procurador General y se pronunció
en forma unánime por la exoneración de Caporal y el rechazo
de su renuncia. La diferencia es la inhabilitación para desempeñar
cargos públicos que contempla la ley 10.430. Replegado a la actividad
privada, en 1971, Caporal fue detenido por tentativa de estafa. Según
uno de los clientes de su estudio habría intentado despojarlo en
forma ilegal de un edificio de departamentos, una estación de servicio
y un comercio multirrubros de bazar y mueblería. Tres años
después, fue absuelto por falta de pruebas.
En 1991, en cuanto su amigo Duhalde fue electo gobernador de Buenos
Aires, Caporal se presentó ante la Suprema Corte. Dijo que un juez
de La Plata había hecho circular “un sumario administrativo efectuado
en mi contra”, en el que “se habría dispuesto mi exoneración”.
Agregó que estaba sorprendido “ya que no he sido nunca anoticiado
de ningún resultado de aquellas actuaciones sobre una supuesta falta
administrativa, y sí solamente de mi renuncia” y exigió conocer
quiénes habían fotocopiado el expediente. La Corte le notificó
la sentencia que aducía no conocer, y se negó a informarle
si alguien, en ejercicio de derechos constitucionales, había fotocopiado
“la sentencia definitiva”. Caporal replicó que nadie le había
notificado la resolución durante las décadas en las que desempeñó
cargos públicos. Al ser notificado por segunda vez, solicitó
reconsideración a la Suprema Corte, pidió que se declarara
prescripta la acción y nulo lo actuado, por supuestas infracciones
al derecho de defensa en juicio e invocó la imposibilidad de demostración
de la verdad real. Aunque la medida estaba en firme, Duhalde lo designó
subsecretario de Trabajo y luego, Secretario General de la Gobernación,
un cargo equivalente al de jefe del gabinete de ministros. Al cabo de dos
años y con nuevas medidas procesales y dictamen del Procurador General
la Suprema Corte dispuso “rechazar los recursos presentados” y volvió
a confirmar la exoneración.
Caporal inició entonces un juicio contencioso administrativo
contra la provincia de la que era superministro y recusó a los jueces
de la Suprema Corte. En un descargo público dijo que su intervención
había sido para impedir que los factores de poder bajo una dictadura
cometieran un hecho ilícito contra un trabajador rural, descripción
algo modesta para el arrendatario de un campo de 300 hectáreas.
Duhalde lo mantuvo como Secretario General, aun después de que la
Suprema Corte, en 1994, y la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
en 1996, rechazaran sus recursos.El 17 de noviembre de 1998 fue el Fiscal
de Estado de la Provincia Ricardo Szelagowski, quien refutó sus
argumentos. De este modo, la exoneración y la prohibición
de reingreso por vida a cargos públicos se convirtió en cosa
recontrarequetejuzgada, sin posibilidad de nuevas apelaciones. Su alejamiento
de la Secretaría General no obedeció a un tardío cumplimiento
de la ley, sino a presiones del ex presidente de la Cámara de Diputados,
Osvaldo Mércuri. La legislatura fue caja de resonancia de quejas
de empresas, entre ellas algunas de origen estadounidense, que debieron
tramitar ante la Secretaría General su radicación en la provincia.
Tampoco lo ayudaron las opiniones de quien dirigía la Zona Franca
de La Plata, Mario Cafiero. No obstante, retuvo la confianza absoluta de
Duhalde. En el Club Regatas de Ensenada puede verse anclado el yate de
700 mil pesos con el que Caporal se desplaza hacia y desde Punta del Este.
El Club es uno de sus lugares de encuentro con Burlando, el abogado defensor
de los Horneros, actualmente procesado por extorsión por el juez
federal Claudio Bonadío.
Buenos muchachos
En marzo de 1997, Duhalde designó a Caporal como su delegado
en el Hipódromo de La Plata, con el cargo de interventor y la misión
de privatizarlo en seis meses. Pero transcurridos dos años Caporal
sigue ocupando el chalet de dos pisos entre los eucaliptos del bosque,
a sólo seis cuadras de la casa de Gobierno. Luego de la privatización
de YPF y de la reducción del parque industrial, el extraordinario
presupuesto autónomo del Hipódromo lo convierte en una de
las principales fuentes de trabajo provinciales, con 600 empleados en forma
directa y otros 3.000 de mano de obra indirecta, entre peones, capataces
y profesionales. Durante su paso por la secretaría de Seguridad,
bajo el gobierno de Cafiero, Caporal redactó un proyecto de ley
devolviendo a la Policía la facultad de instruir las causas e indagar
a los detenidos, alegando que al concluir la dictadura militar –se dio
prioridad a los derechos individuales sobre los de la comunidad–, como
si fueran contradictorios. Caporal designó presidente de la Comisión
de Carreras al comisario general Walter Jurado, ex jefe de policía
durante su gestión. En 1988, Jurado apoyó un autoacuartelamiento
policial en demanda de mejoras salariales. En el equipo clandestino de
inteligencia organizado en el Hipódromo revista el ex comisario
José Félix Madrid, exonerado en abril de 1991 y procesado
por piratería del asfalto y narcotráfico por el juez federal
Manuel Blanco. En 1991, la policía vinculó a Madrid con el
atentado a balazos contra el cineasta y entonces diputado Fernando Solanas
y con los profanadores del cementerio judío de Berazategui. No hubo
pronunciamiento judicial y Madrid denunció que se trataba de represalias
de otros sectores policiales corruptos. La fianza con la que los profanadores
quedaron libres fue pagada por otro ex comisario, el Oso García,
de quien Madrid había sido colaborador. Fuentes del Hipódromo
señalan que también integran el grupo otros dos exonerados
de la Policía, que habrían sido represores del Pozo de Banfield.
Uno de ellos estaría bajo investigación por la apropiación
de un hijo de personas detenidas-desaparecidas.
En 1997, Duhalde también nombró a Caporal su apoderado
y abogado en el juicio en contra del periodista Hernán López
Echagüe, autor del libro El Otro. Durante una audiencia en un juzgado
de Lomas de Zamora, el representante de Duhalde dijo que “se atribuye lo
que le pasó a este pobre chico Cabezas a una cuestión política.
Pero nosotros creemos que ha sido víctima de una venganza por una
extorsión que estaba haciendo”. Esa fue también la primera
línea interpretativa avanzada por el juez José Luis Macchi
y el comisario Víctor Fogelman, los titulares formales de la investigación,
abandonada ante el severo cuestionamiento de la Cámara deApelaciones
de Dolores, que la llamó “diabólica maniobra distractiva”
para “obstaculizar el desarrollo de la investigación”. La comparó
con las de “la etapa del terrorismo de Estado” para “ocultar a los auténticos
autores de los crímenes” y sembrar dudas acerca de sus motivaciones,
“atribuyéndoles a las víctimas un quehacer ilícito
o desdoroso, provocador de su desgracia”. En una declaración presentada
ante el juzgado, el detenido Gregorio Ríos, ex jefe de custodia
de Alfredo Yabrán, señaló al comisario Madrid como
el inspirador del presunto falso testimonio de una vecina de Gustavo Prellezo
que declaró haber visto a ambos hombres junto con los Horneros.
Macchi, Fogelman y Caporal siguieron en funciones como si nada hubiera
sucedido. Fogelman es el único sobreviviente de la última
cúpula de la disuelta ex “Policía Bonaerense”. Caporal fue
uno de los integrantes del gobierno provincial que hasta último
momento se opusieron a la disolución de aquella temible organización
armada. La Constitución Nacional está bien custodiada.
Amados jueces
Por H.V.
A la tremenda
derrota de la semana anterior, cuando casi dos tercios de la Cámara
de Diputados lo amenazaron con el juicio político por traición
a la Patria, Menem sumó el arresto por malversación de caudales
de uno de sus apóstoles, Juan Carlos Rousselot. Hoy juega una de
sus últimas cartas a la suerte de Ramón Saadi, quien comenzó
a cubrirse denunciando un posible fraude. Si en el apogeo del poder todas
sus decisiones podían ser interpretadas como astucias magistrales,
en el ocaso le resulta imposible ocultar que avanza a tientas, y que se
equivoca más de lo que acierta. El poder viste, su agotamiento desnuda.
Fracasadas todas las trapisondas políticas, sólo sus amados
jueces podrían cubrirle la retirada, en un momento de tanta vulnerabilidad
que hasta menudean las rencillas entre los pocos incondicionales que le
quedan, como Alberto Kohan, el Hermano Eduardo y Carlos Vladimiro. Si en
Córdoba o en el Palacio de Caifás de la Capital le dijeran
en forma lisa y llana que el 12 de diciembre deberá dejar el Polideportivo
de Olivos, Menem podría fingir acatamiento a las disposiciones constitucionales.
El cardumen menemista en la Corte Suprema ni siquiera debería temer
represalias, ya que por una vez las necesidades políticas que lo
teledirigen coincidirían con la recta exegesis constitucional. Menem
se consolaría con tan poco como la jefatura del Partido Justicialista.
De la importancia de esos honores da cuenta su desempeño por parte
de Antonio Cafiero, una vez que Menem ocupó la presidencia. Ahora
podría servirle para conjurar el fantasma tan temido de la ingobernabilidad
en el último semestre de su mandato y la renuncia para prevenir
males mayores, como le sucedió a Alfonsín.
Rodolfo Barra se peló las pestañas buscando un resquicio
para apoyar su barreta franqueadora de acceso a sentidos ocultos del texto
magno. Como no lo logró y la reacción fue estruendosa, los
muchachos de la Unidad Básica “Ni Justicia”, de Talcahuano 550,
se acomodan las togas y las pelucas para representar el solemne rol institucional
de guardianes de la ley suprema. Cada paso de cada actor ha sido narrado
ad nauseam en la prensa. Tales hechos miden el avance cultural de estos
años, la sofisticación creciente de la vida política.
Los atajos se buscan en los libros y cuando no se encuentran, se retrocede
con imprecaciones en latín y citas de Jefferson y el Chief Justice
Hughes. Esta semana harán 23 años del asalto al poder por
los australopitecus castrenses, que suspendieron la elección presidencial
convocada para pocos meses después, disolvieron los partidos políticos
y los sindicatos y censuraron la prensa para que no se conocieran los detalles
del horror que desataron sobre la sociedad. Ahora purgan bajo arresto domiciliario
algunos de esos crímenes que ni Alfonsín ni Menem se animaron
a perdonar, como el robo y distribución entre militares estériles
de los hijos de sus víctimas. No todo tiempo pasado fue mejor.
El único resuello que Menem pudo permitirse esta semana se lo
debió a la consulta popular propuesta por la Alianza, es decir aquello
que todos los bloques de la Cámara de Diputados y hasta los principales
gobernadores del PJ habían declarado no sujeto a interpretaciones
capciosas. Una de las observaciones más escuchadas de la semana
entre personas de escaso interés en la cosa pública fue que
“los políticos se ocupan de sus asuntos en vez de dar soluciones
a los problemas de la gente”. Otra, que repitieron militantes y activistas
de los partidos, inquiría por qué la Alianza devolvía
algún brío y jactancia al extenuado menemismo, en vez de
limitarse a observar su inexorable consunción. Acaso la Alianza
no tenga solución alguna para ningún problema de la gente,
ni otro factor de unidad y acción que la lucha contra el menemismo.
Quizás necesite de Menem para justificar su existencia y ocultar
su vacuidad. El problema de dar vida a semejante fantasma, es que no podrá
contar con él en el momento decisivo, porque cualquier otro menos
Menem será el candidato justicialista el 24 de octubre. Si fuera
Duhalde, no tendría menos títulos de Defensor de la Constitución
que la Alianza.
La pregunta de Duhalde (“¿Está a favor de que los diputados
y senadores nacionales por la provincia de Buenos Aires voten una ley que
habilite la reforma de la Constitución nacional para permitir una
nueva reelección del Presidente de la Nación?”) no incluye
ningún supuesto inadmisible y es políticamente neutra. La
de De la Rúa, en cambio, (“¿Está de acuerdo que, contra
lo dispuesto por la Constitución Nacional, el doctor Carlos Saúl
Menem intente ser reelegido como Presidente de la Nación?”) rebaja
el respeto por la ley de leyes a la categoría de las cuestiones
opinables y apesta a politiquería partidista. Tanto la propuesta
de la consulta (un exabrupto radial de Chacho Alvarez), como la pregunta
(redactada por De la Rúa y su pool de cerebros), pusieron incandescente
a la Alianza. Aníbal Ibarra objetó la disyuntiva entre la
Constitución y la voluntad popular implícita en la pregunta.
Propuso en cambio una consigna intermedia con la de Duhalde, preguntando
al electorado si el gobierno porteño debía extremar las gestiones
en defensa de la Constitución. Pero los radicales ya habían
impreso los carteles con el No a la Coronación de Menem, por lo
cual no era coherente presentarse al cuarto oscuro con boletas por el Sí
a la pregunta sugerida por Ibarra, quien llegó a amenazar con su
renuncia. Ante la incapacidad de llegar a un interrogante que pudiera contestarse
por la negativa, prevaleció la pregunta original de De la Rúa.
El hastío general con esta contradanza de ambiciones sin principios
podría redundar en una baja participación electoral. En tal
caso el organizado fundamentalismo menemista podría conseguir un
porcentaje de adhesiones superior al de su peso real en la sociedad.
En la UCR, todos los dirigentes nacionales de alguna significación
cuestionaron la iniciativa de Chacho y De la Rúa aunque no pudieron
impedir el hecho consumado. En el Archipiélago Frepaso, Ibarra es
el puente que mantiene precariamente unidos a sus distintos islotes. Para
la reaccionaria reforma del Código de Convivencia Urbana algunos
votos fueron arrancados con amenazas de exclusión de futuras listas
de candidatos. Ahora los talibanes de Abd El Fat-Alah están organizando
un Congreso en el que se proponen “domesticar a las minorías de
morondanga”, según la gráfica expresión pronunciada
durante un encuentro preparatorio en el Hotel Castelar. Eduardo Jozami,
Dora Barrancos, María Elena Naddeo, entendieron el mensaje: no votaron
en favor de la consulta, pero ayudaron a formar los dos tercios necesarios
para que pudiera tratarse sobre tablas la reforma a la ley que, invocando
una supuesta “gravedad institucional”, reglamenta su convocatoria. Según
Liliana Chiernajovsky, un partido de gobierno como aspira a ser el Frepaso
no puede permitir indisciplinas ni disidencias, por lo cual la nueva carta
orgánica debe incluir mecanismos que impidan a los díscolos
llegar a cualquier cargo expectante. La política argentina aún
no había conocido esta combinación de neoliberalismo hacia
afuera con estalinismo interno, frente a la cual el PJ parece un modelo
de pluralismo y respeto por el disenso.
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