DESCIFRAR EL MENSAJE DE LAS URNAS ES PENSAR EL FUTURO
Después de la batalla

De la interpretación de los resultados dependerán las opciones futuras. Graciela Fernández Meijide, Federico Storani, Rosendo Fraga consideran que en Buenos Aires fue decisivo el voto conservador CavalloRuckauf. En cambio Artemio López, de la Consultora Equis, sostiene que los partidarios de Cavallo prefirieron en la provincia a Patti y que el voto para Ruckauf se originó en el empobrecido segundo cordón del Gran Buenos Aires, para el que la Alianza no tuvo un programa ni un mensaje convincente. También detectó que casi cien mil radicales cortaron boleta en contra de Fernández Meijide, la mayoría en el interior.


Por Horacio Verbitsky

El análisis del voto popular prosigue ocupando a quienes intentan descifrar el mensaje de las urnas. No es un ejercicio ocioso, porque de la lectura que se haga dependerán las opciones futuras. La ansiedad interpretativa es más acuciosa para el Frepaso, al que la derrota de Graciela Fernández Meijide en Buenos Aires empuja a recluirse dentro de la Capital, mientras la UCR con la elección de Fernando De la Rúa ha recuperado la preponderancia perdida en 1995. No obstante, las dos fuerzas representadas en la Alianza tienden a atribuir los resultados a los avatares de la coalición conservadorapopulista triunfal de 1991 a 1996. Allí donde se intentó recrearla, como en la provincia de Buenos Aires, simbolizada por la boleta CavalloRuckauf, tal coalición se habría impuesto. En la Nación, en cambio, ambos términos no pudieron conciliarse, y eso habría permitido la victoria de la Alianza. Esa óptica se instaló la misma noche de los comicios, porque las sumas aritméticas parecían avalarla: si a Ruckauf se le restaran los votos que obtuvieron en la provincia para otras categorías las boletas de la UceDé y de Acción por la República, quedaría por debajo de la Alianza. Si a Duhalde se le sumaran los votos a presidente por Cavallo, alcanzaría a De la Rúa. Pero a medida que se fueron conociendo no sólo los datos globales sino también los parciales que los constituyen, las múltiples combinaciones de boletas que los electores realizaron, fue surgiendo otro panorama. Es mucho más complejo y no puede despacharse con una frase de efecto.

El análisis neoconservador

El viernes pasado, en la Fundación Salvatori, Graciela Fernández Meijide participó en un seminario de discusión sobre las elecciones, convocado por la revista política “Unidos”. Esa publicación, fundada por Chacho Alvarez, fue su principal base de acción durante la década del 80 y principios de la del 90, cuando de asesor de Antonio Cafiero se convirtió en fundador del Grupo de los Ocho diputados disidentes del menemismo, uno de los varios núcleos que luego confluirían en el Frepaso. Otro fue el Partido por la Democracia Popular en el que Carlos Auyero convocó a participar a Fernández Meijide. La candidata de la Alianza dijo en la Fundación Salvatori ante los 70 asistentes que había sido vencida por el voto conservador, expresado en el apoyo de Cavallo y los Alsogaray a Ruckauf. Términos similares empleó Federico Storani en el reportaje concedido a este diario el viernes. En ese seminario, moderado por el responsable actual de “Unidos”, Mario Wainfeld, la posición de Graciela fue respaldada con cifras y análisis por Rosendo Fraga el único intelectual argentino con suficiente honestidad como para declararse en forma explícita “neoconservador”. Esta caracterización suele resultar incómoda para quienes se definen como progresistas pero cuyas sus opiniones no difieren de las del director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, nombre que sintetiza un programa. Fraga, quien introdujo a Cavallo en la acción política como subsecretario de relaciones económicas con las provincias durante la gestión del dictador Roberto Viola, fue el principal doctrinario de la alianza entre Cavallo y el menemismo, que fundamentó con ejemplos del siglo 19 como las relaciones entre Urquiza y Alberdi, o Roca y Pellegrini, quienes habrían conseguido sus grandes logros cuando cooperaron lealmente, y fracasado en los momentos de crisis del vínculo especial que los unía. Esa interpretación, que acuñó en 1992, la proyecta ahora a los resultados de los comicios del 24 de octubre y, al mismo tiempo, al análisis de las perspectivas para los aos por venir, una etapa que comienza en poco más de seis meses con las elecciones para designar al jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El politólogo Carlos Acuña dio otra vuelta detuerca a esta interpretación: en un artículo para “Clarín” interpretó que la coalición de centroderecha había funcionado en Buenos Aires porque la Alianza presentó una candidata progresista, pero no en la Nación dado el perfil conservador del propio De la Rúa. Acuña militó en el Servicio de Paz y Justicia de Adolfo Pérez Esquivel, lo cual señala cuánto se extendió esa interpretación de los resultados más allá de los sectores cuyas conveniencias propicia.

A los números

Quien discrepó con Fraga (y con Graciela) fue el creador de la Consultora Equis, el sociólogo Artemio López, de convicciones tan nítidas como las de Fraga, pero de signo opuesto. La fórmula RuckaufFelipe Solá obtuvo 3.436.552 votos, contra 2.948.082 de Fernández MeijideMelchor Posse. De esos 488.470 votos de diferencia, 403.013 o el 82,5 por ciento, provienen del conurbano y los otros 85.457 sufragios, o el 17,5 por ciento de la diferencia, del interior de la provincia. Pero López distingue entre los dos cordones del Gran Buenos Aires para hacer un análisis más fino, como se ve en el Gráfico 1. El primer cordón es el de los partidos más próximos a la Capital Federal, de la que es una continuidad demográfica y social. Allí la fórmula de la Alianza aventajó a la del PJ por 95.210 votos. Pero en el segundo cordón Ruckauf superó a Graciela por 498.223 votos. Es decir que la ventaja con la que se impuso en la provincia el candidato de la mano dura surgió integra (y algo más), del sector más empobrecido del Gran Buenos Aires. Esa es la sección de la provincia donde menor fue la inserción de Cavallo. Es decir que Ruckauf ganó con la boleta del PJ.En 1997, el PJ había obtenido en el segundo cordón el 47 por ciento de los votos y esta vez subió al 54 por ciento. Inversamente, la Alianza descendió allí en apenas dos años los mismos 7 puntos, del 41,9 al 34,7 por ciento. Sumados a la diferencia anterior estos 14 puntos recuperados ahora por el PJ le dieron una ventaja total de 20 puntos. En el primer cordón la Alianza se había impuesto entonces con el 52 por ciento de los votos, contra 36,6 por ciento del PJ, mientras ahora volvió a imponerse pero apenas por 45,1 a 40,1 por ciento. Según López, el PJ recuperó este año a los sectores medios bajos residentes en el segundo cordón, que había perdido a manos de la Alianza en 1997. Se trata de residentes en viviendas de material de barrios humildes, pero no en asentamientos precarios ni en villas de emergencia. Su empobrecimiento reciente se debe a una caída de sus ingresos, debido a la pérdida del empleo de alguno de sus miembros o a la caída salarial de quienes aún lo conservan. Para observar más de cerca el comportamiento electoral del conurbano, Artemio López comparó la evolución del crecimiento del PJ y la caída de la Alianza para el año 1999 respecto a octubre de 1997, por localidad y ordenados de mayor a menor. Estos datos se observan en los cuadros 1 y 2:Para López es “sintomático” que entre los lugares de mayor crecimiento del PJ en 1999 esté el San Isidro de Melchor Posse. Aun derrotado, el PJ trepó allí 10 puntos de padrón, casi un 40 por ciento respecto a 1997. Allí sí, el crecimiento del PJ es “impulsado centralmente por los votantes de centroderecha distritales adherentes a Acción por la República y la UceDé”. En San Isidro y Vicente López el partido de Cavallo superó el 20por ciento y esos votos efectivamente beneficiaron a Ruckauf. Pero en el resto del primer cordón los votos por Cavallo fueron del 10,6 por ciento y en el segundo cordón de sólo 6,4 por ciento. Este mecanismo, específico del primer cinturón del conurbano, no se extiende al resto de la provincia. “Como se verá, fueron los sectores mediobajos del segundo cordón y los electores radicales del interior provincial los que consolidaron el triunfo Justicialista bonaerense”, dice López. Los mismos “sectores medios en declinación, provenientes de hogares vulnerables por [la caída de su] ingreso”, ya habían decidido en diciembre de 1998 la victoria del justicialismo en Córdoba. “Como se observa en el Gráfico 2, el desarrollo electoral de la Alianza resulta absolutamente simétrico al desarrollo espacial de los sectores medios bajos del conurbano (curva punteada en el gráfico), donde a mayores electores provenientes de sectores medios bajos se observa un mayor acumulado electoral de la Alianza. Sin embargo la notable distancia entre las curvas de performance muestra un desarrollo electoral aliancista sobre sectores medios bajos muy superior en el año 1997 (curva gris en el gráfico) al observado el año 1999 (curva negra en el gráfico)”. La defraudación de las expectativas despertadas en 1997 en los sectores medios bajos explicaría así el bajón de la Alianza en 1999.“El Cuadro 2 permite observar la pérdida de votos de la Alianza en el año 1999 respecto a 1997 y analizar su notable intensidad diferencial en el segundo cordón. La pérdida de votos de la Alianza en el segundo cordón respecto a 1997 es, en promedio, del 20 por ciento de sus votos, en tanto la recuperación del PJ en esa región es del 15 por ciento respecto a sus ya importantes valores de 1997”, agrega López.

El partido del orden

La tracción de votos de centroderecha hacia Ruckauf se limitó al primer cordón y aun allí fue parcial. Los estudios realizados por la Consultora Equis indican que el núcleo duro que desde el primer momento declaró su intención de voto por el subcomisario Luis Patti para gobernador de Buenos Aires provenía de sectores medios y mediosaltos que preferían para presidente a Domingo Cavallo y no de los pobres estructurales que tradicionalmente formaron la masa justicialista. Una investigación de Equis de mayo de 1999 indicó que la intención de voto en favor de Patti era alta entre patrones, cuentapropistas, empleados, subempleados, desocupados u ocupados, pero nula o insignificante entre lo que el sociólogo llama los “inactivos absolutos”, aquellos electores que no estudian, ni trabajan, ni buscan empleo, ni son amas de casa o jubilados. Ya más avanzada la campaña Patti consiguió hacer pie en el electorado justicialista, pero luego la polarización permitió que Ruckauf recuperara esa porción. Por eso Patti, que llegó a registrar una intención de voto próxima al 15 por ciento, sólo obtuvo la mitad. Su desempeño fue simétrico al de Cavallo: obtuvo el 10,2 por ciento en promedio en el primer cordón (con sus mejores desempeños en San Martín, San Fernando, San Isidro y Vicente López) pero se desflecó en el segundo cordón, donde no pasó del 6,1 por ciento (con resultados especialmente pobres en el interior de La Matanza, Ezeiza, Almirante Brown, Berazategui y Merlo). El análisis sociológico de López sostiene que hubo un fuerte corte de boleta en contra de Ruckauf, en favor de la combinación CavalloPatti, que formarían un virtual Partido del Orden. Esta simetría en la votación de ambos resulta evidente en el Gráfico 3. El carisma de JaunarenaOtro mecanismo de recuperación electoral justicialista se observa en el interior bonaerense y ha merecido hasta ahora poca atención, tal vez porque pone de relieve un elemento de tensión al interior de la Alianza que sus integrantes prefieren soslayar, pero que fue objeto de insidiosos esfuerzos proselitistas por parte de Ruckauf. De la Rúa obtuvo en Buenos Aires 240.000 votos más que Fernández Meijide, lo cual incluye votantes independientes o partidarios de otros candidatos bonaerenses. Pero Horacio Jaunarena, cabeza de la lista de diputados nacionales de la Alianza, atrajo 86.000 votos más que Graciela. Salvo que se suponga la revelación de Jaunarena como un irresistible líder carismático, estos votos son de electores tradicionales de la UCR que “evitaron explícitamente votar a Fernández Meijide optando mayoritariamente por Carlos Ruckauf”, tal como lo solicitó el candidato triunfante. En el interior de la provincia, Ruckauf superó a Fernández Meijide por 85.457 votos, diferencia que coincide con los 86.130 votos por los que Jaunarena superó en toda la provincia a la candidata de la Alianza.

Ingeniería electoral

Si la interpretación de Fernández Meijide, Storani y Fraga fuera cierta, si la victoria de Ruckauf se hubiera debido con exclusividad a la captación del voto de centroderecha mediante una suerte de ley de lemas tácita; si, además, se sumara el análisis de Acuña, según el cual sólo el carácter conservador de De la Rúa impidió la proyección nacional de aquella coalición, la conclusión natural sería que para vencer hay que captar el voto de centroderecha, con un candidato y un programa de esa orientación. “Este análisis dominante es, además de reduccionista, equivocado. La construcción del triunfo electoral del Justicialismo bonaerense supuso la puesta en marcha de al menos tres mecanismos centrales uno y solo uno de los cuales es el voto de centroderecha, importante, pero en modo alguno principal ni único. Así las cosas, el corte de boleta de la UCR provincial también contribuyó al triunfo justicialista centralmente en el interior provincial, triunfo que sin embargo, tuvo su vértice cualitativo y cuantitativo en la tradicional base electoral de pobres estructurales y sectores medios bajos residentes en el segundo cordón urbano bonaerense, al parecer también ignorados a la hora de atribuirles méritos electorales”, concluye Artemio López.EstilosAtribuir el resultado a la coalición de centroderecha, o a la propuesta de Ruckauf de matar primero y preguntar después es una manera cómoda de eludir la revisión crítica del desempeño propio, en lo cual coinciden casi todas las líneas internas del Frepaso. Lo máximo que puede decirse sin forzar los datos de la realidad es que ese exabrupto troglodita no impidió la victoria del vicepresidente en la provincia, aunque sí en Ramallo, donde primero se sintieron las consecuencias de aquella instigación. Pero no es razonable reducir la oferta justicialista a aquellas consignas brutales. Una pieza importante en la campaña del PJ fue el vicegobernador electo, Felipe Solá, quien organizó en toda la provincia una serie de talleres que durante todo un día reunían a representantes de los distintos sectores de cada localidad para discutir los problemas que les preocupaban y elaborar propuestas. Es lo que más separeció a la militancia en esta campaña. Ruckauf también asistió a muchos de esos talleres, aunque solía llegar para la hora de las conclusiones. En contraste, Fernández Meijide practicó una campaña de incursiones, desoyendo el consejo de quienes le sugirieron instalarse por varios días en alguna ciudad de la provincia y desde allí ir y venir a las localidades vecinas. Luego de su designación como candidata, tardó en abandonar los temas nacionales para volcarse a los de la provincia, de lo cual el síntoma más ostensible fue su presencia en la cumbre económica de Davos. Cuando dejó la nieve suiza por el barro del Gran Buenos Aires, mostró dificultad para la relación personal con la gente. Un íntimo colaborador no confirmó, pero tampoco desmintió, una versión recogida por este diario, sobre la negativa de la candidata a reunirse con los grupos de personas que querían hablar con ella luego de los actos. “Me basta con salir en ‘Clarín’ y en televisión”, le atribuye haber dicho un asistente al acto en una de las mayores ciudades de la provincia. “Es posible. Esa era la concepción de campaña”, reconoció el colaborador, con una honestidad intelectual que es difícil encontrar en otras fuerzas. Una concepción similar le dio buen resultado a De la Rua, pero no debería olvidarse que en la provincia de Buenos Aires, la fórmula presidencial de la Alianza sólo superó por dos puntos a la compuesta por DuhaldeOrtega (44,9 a 42,7 por ciento), lo cual indica que tampoco el presidente electo sedujo a los sectores medios y bajos del conurbano a los que la Alianza no consiguió esperanzar con la pespectiva de un cambio. La idea de que también conspiró contra Graciela el componente machista del electorado sufre con el cotejo con su propio desempeño dos años atrás y con el de la diputada Elisa Carrió que en El Chaco se impuso con el 60 por ciento de los votos, más de los que obtuvo De la Rúa.

¿A mí por qué me miran?

No parece que estas conductas estén en vías de modificación. La decisión de empujar a Graciela hacia el gabinete nacional profundizará su desapego de la provincia de Buenos Aires, donde el Frepaso quedará sin conducción real, librado a la conflictiva relación entre sus diversas líneas internas que sólo ella podría sintetizar. La decisión del PJ de propiciar en la Ciudad de Buenos Aires un entendimiento con Cavallo ya ha comenzado a someter a Aníbal Ibarra a las mismas tensiones que terminaron por inmovilizar a Graciela en la provincia. Al fin de cuentas, ¿ese muchacho no será demasiado progresista para lo que quiere la gente?