Por Horacio Verbitsky
@La conversión del ex subcomisario Luis Patti en un actor político,
de quien podría depender el resultado de las elecciones presidenciales
de octubre, es consecuencia de una larga serie de claudicaciones de las
principales figuras del partido del gobierno. Patti es el muñeco
maldito del doctor Frankestein, que en este caso no es una persona sino
todo un grupo dirigente. Emancipado de la tutela de quienes le dieron vida,
Patti reivindica ahora la autonomía de sus decisiones y se niega
a entrar en razones y deponer su candidatura. El presidente Carlos Menem,
que lo impulsó a presentarla y le dio respaldo político y
económico para menoscabar a sus dos vicepresidentes y ahora candidatos,
Eduardo Duhalde y Carlos Ruckauf, es el más visible de los responsables
de este fenómeno que contamina la vida política del país.
Pero está lejos de ser el único, así como tampoco
Patti es un caso único de promiscuidad del sistema político
con torturadores y asesinos, como bien lo saben los habitantes de Tucumán
que hasta fin de año padecerán como gobernador a Domingo
Bussi.
Las torturas a detenidos y los asesinatos fueron una constante en la
carrera policial de Patti. En la década del 70, cuando acababa de
egresar de la escuela policial, fue acusado de acribillar en un metegol
a tres adolescentes sospechados de una violación. La denuncia fue
publicada en un diario local, cuyo director, Tilo Wenner, fue secuestrado
durante la dictadura. En 1976 fue imputado por torturas al detenido Julio
Di Battista, en San Isidro. En 1983 fue sobreseído en la causa por
las torturas y el homicidio en Zárate de Osvaldo Cambiasso y Eduardo
Pereyra Rossi. Pereyra Rossi era dirigente nacional de lo que años
antes había sido la organización Montoneros. Según
el parte oficial habían caído en un enfrentamiento con la
policía pero varios testigos vieron el secuestro en el bar Magnum
de Rosario y la autopsia descubrió marcas de golpes, quemaduras
de picana eléctrica y ataduras con cuerdas y que los disparos mortales
fueron efectuados a quemarropa. Cuatro peritos oficiales y dos médicos
forenses de la justicia nacional lo corroboraron. La Cámara de San
Nicolás calificó como “de débil contextura la credibilidad”
de la conducta de Patti. Añadió que ella, “en cuanto a la
argumentada gestación y dinámica del suceso resulta sospechosa”.
También dejó constancia de que varios testigos modificaron
en forma extraña sus primeras afirmaciones. Pero lo sobreseyó.
Otra denuncia de Patti como torturador fue recogida por la Comisión
Nacional sobre la Desaparición de Personas. En el legajo N°2530
figura como “Patty o Patti, (a) El loco. Oficial integrante de sección
o grupo en la comisaría de Tigre”. Según el testimonio recogido
“a esa regional iban a parar los detenidos en las escuelas secundarias
y de ellos se ocupaba el tal Patti. Sabe por dichos de terceros que esa
misma persona había tenido participación en un tiroteo en
que murieron unos chicos de la secundaria, en Boulogne”.
El padrino
Si el sistema judicial mostró su inocuidad para sancionar los
crímenes cometidos desde el aparato coercitivo del Estado, el ex
gobernador de Buenos Aires Antonio Cafiero fue el primer padrino político
de Patti. Con su recomendación, se hizo cargo de la seguridad de
los countries de la zona norte, donde llegó a ser un ídolo.
Uno de los detenidos en agosto de 1990 por el robo a la municipalidad de
Merlo denunció que Patti lo había torturado, y el paso de
corriente fue comprobado por el peritaje. Al mes siguiente el juez Raúl
Borrino lo detuvo por torturar a los detenidos Mario Bárzola y Miguel
Guerrero. Entonces, dos centenares de agresivos manifestantes, la mitad
de ellos policías, presionaron por la remoción del juez,
con el respaldo de los gobiernos de la Nación y de la provincia
deBuenos Aires. Menem dijo que Patti hacía todo bien y que había
limpiado la zona de delincuentes. La plana mayor de la policía bonaerense,
con el jefe a la cabeza, visitó al prohombre en su lugar de fugaz
detención, con expresa autorización del gobernador Cafiero
y su ministro José María Díaz Bancalari, quien ahora
cumple las mismas funciones en el gabinete de Duhalde. La Suprema Corte
de Buenos Aires rechazó ese clima de idolatría del procesado
y linchamiento del juez y los procedimientos con los que “se presiona a
los jueces con la finalidad de influir ilegítimamente sobre el ejercicio
de sus funciones”. Los peritajes demostraron sin discusión posible
las lesiones de la picana eléctrica. Sin embargo, Borrino fue apartado
de la causa y quien lo reemplazó, Raúl Casal, dejó
en libertad a Patti, una vez más por razones formales, mientras
seguía el proceso.
Duhalde y Menem lo designaron como interventor en el Mercado Central,
un órgano mixto con participación de la provincia y de la
Ciudad de Buenos Aires, que por entonces dependía de la Presidencia.
Duhalde se exhibió con Patti en un acto en apoyo de la policía
realizado en el Luna Park y Menem lo envió a Catamarca con la alegada
misión de esclarecer el asesinato de María Soledad Morales.
De este modo le confirieron un aura de respetabilidad, mientras seguía
procesado por torturas. El juez que sucedió a Casal, Juan Carlos
Tarsia, consideró probado que los detenidos Bárzola y Guerrero
fueron “sometidos a diversos actos de violencia física, los que
dejaron huellas que fueron certificadas en autos a través de reconocimientos
médicos”. Pero dejó pasar el tiempo sin llevar a cabo las
medidas procesales necesarias y terminó por absolver a Patti. El
24 de noviembre de 1995 la Cámara de Apelaciones de San Isidro confirmó
ese fallo, aduciendo que el transcurso de cinco años obligaba a
declarar extinguida la acción penal por prescripción y observó
al juez Tarsia. La índole política de esa decisión
se mide en días: sin esa absolución Patti no hubiera podido
asumir, dos semanas después, como intendente de Escobar. Cuando
presentó su candidatura, el justicialismo local lo expulsó,
pero fue desautorizado por Duhalde. El fallo absolutorio acaba de ser confirmado
por la Suprema Corte de Justicia de Buenos Aires, pese al dictamen en contra
de su procurador general Eduardo De la Cruz.
La venganza será terrible
Cada vez que estos antecedentes han sido divulgados, Patti respondió
con evasivas formales pero sin negar los hechos. “Que digan que participé
en la lucha contra la subversión. Que digan que soy un torturador.
Yo no lo niego. Pero que no me acusen de chorro ni de corrupto”, dijo en
1996. Por eso Patti atribuyó a una operación de Duhalde las
denuncias sobre actos de corrupción en Escobar. Pero sus respuestas
en el programa “Día D” fueron poco convincentes. La semana pasada
el Centro de Oficiales Retirados de la Policía de Buenos Aires en
una circular titulada “La seguridad defraudada” invitó a no votar
por Duhalde, a quien ni siquiera luego del relevo del ministro Carlos Arslanian
le perdonan la disolución de la mejor maldita policía del
mundo. La periferia familiar de los 50.000 hombres de uniforme robustece
el caudal electoral de Patti que cada día preocupa más a
Duhalde y no sólo a su candidato a gobernador bonaerense, Carlos
Ruckauf.
El análisis sobre el destino que tendrían esos votos
si Patti declinara su candidatura varía según cada consultor.
Algunos estiman que dos de cada tres preferirían a Ruckauf. En ese
caso la distancia que según los últimos sondeos lo separan
de Graciela Fernández Meijide desaparecería y ambas candidaturas
quedarían igualadas. Pero otros creen que la distribución
sería pareja entre las dos fórmulas, con lo cual el retiro
de Patti nada cambiaría. Hasta ahora Patti ha rechazado todos los
ofrecimientos que recibió y es ostensible su satisfacción
por la centralidad que está adquiriendo en la campaña electoral,
algo que ni siquiera ha logrado el ex ministro de Economía Domingo
Cavallo. El fallo absolutorio de la Suprema Corte es tan oportuno como
lo fue hace cuatro años el de la Cámara de San Isidro. Como
parte de la negociación, Duhalde contempla ofrecer al ex policía
el primer puesto en la lista de candidatos justicialistas a diputados nacionales.
Esta hipótesis ha erizado a Ruckauf y Felipe Solá, quienes
han insinuado la posibilidad de renunciar a sus candidaturas en desacuerdo.
Esa es una catástrofe que Duhalde no puede permitirse, aunque dista
de estar claro que en caso de concretarse el pacto esa amenaza fuera a
cumplirse. De hecho, nadie renunció al PJ cuando se afiliaron el
propio Patti o el teniente coronel Aldo Rico.
La parábola que llevó a un ex policía torturador
a convertirse en algo cada día más parecido a un árbitro
electoral contiene enseñanzas amargas para la democracia argentina.
Que lo haya hecho sin negar su prontuario sino reivindicándolo sugiere
que hoy, igual que hace dos décadas, un sector significativo de
la sociedad está dispuesto a mirar hacia otro lado sin importarle
la violación de derechos y garantías fundamentales, a cambio
de una ilusión de seguridad. Que la dirigencia política lo
estimule y se lo permita confirma que sin los pusilánimes y los
oportunistas el fascismo no hubiera sido ni sería posible. No es
un dato menor el pronunciamiento en favor de Patti del hombre de negocios
más poderoso del país, Gregorio Pérez Companc. Nadie
podría reprocharle incoherencia. Hace medio siglo su compañía
financiaba las actividades del cura Julio Meinvielle, el propagandista
antidemocrático y antisemita más furibundo de la historia
argentina.
La creatividad contable
Esta semana Duhalde inauguró una nueva táctica de campaña,
sobre cuya duración es imposible hacer vaticinios, dada la fugacidad
de las que la precedieron y la inestabilidad del candidato. La propuesta
rebaja impositiva tiene dos fuentes de origen. Una es el programa de gobierno
de Cavallo, si bien el candidato de Acción por la República
es mucho más drástico en ese sentido que Duhalde. La otra
es la consultora brasileña Duda Mendonça, que ya asesoró
a José Manuel De la Sota en Córdoba.
Sobre la inviabilidad de una desgravación que implicaría
duplicar el déficit tienen conciencia hasta los miembros del equipo
económico de Duhalde, que no fueron consultados antes de los anuncios.
Todos los impuestos que el candidato reclama suprimir o rebajar fueron
votados por los legisladores justicialistas. Además, es incongruente
la supresión del impuesto a los intereses de préstamos financieros
con el anterior golpe de efecto que intentó Duhalde, sobre los pagos
de la deuda externa. El incremento del endeudamiento ha sido paralelo al
de la fuga de capitales al exterior, que constituye un rubro destacado
de la evasión impositiva. La reforma de 1998 procuró impedir
una de las maniobras más comunes para no pagar impuestos, que consistía
en reingresar al país parte de los fondos fugados haciéndolos
pasar por préstamos tomados en el exterior. Al imponerles un tributo
se desalentó la evasión. Eliminado ese subterfugio se produjo
una epidemia de proyectos de blanqueo de capitales fugados. Al de la Bolsa
de Comercio que se comentó en esta página hace dos semanas
hay que sumar el de la Cámara de Comercio, anunciado por sus autores
en conferencia de prensa nada menos que desde el despacho de Roque Fernández.
Es cierto que al no fijar un límite mínimo para el impuesto
a los intereses, la ley también complicó la situación
de las empresas más pequeñas y débiles, aquellas que
ya pagan una tasa más elevada para obtener financiamiento. Pero
la supresión lisa y llana del gravamen equivale a una nueva carta
blanca para la evasión y la fuga de capitales. Del mismo modo, la
derogación del reciente impuesto a las ganancias presuntas también
alentaría la evasión o, como dice un tributarista, “el abuso
de la creatividad contable” por parte de empresas que año tras año
muestran balances sin ganancias. En los países donde se aplicó
este impuesto los balances mostraron un sostenido incremento de las utilidades,
sin que ello se explicara por cambios en las circunstancias macroeconómicas.
Antes de decidirse por los consejos de Duda Mendonça, Duhalde
escuchaba los análisis de James Carville. El asesor estadounidense,
que durante meses estuvo relevando información sobre la Argentina
y su vida política, renunció 24 horas después de presentar
su diagnóstico y su propuesta, en un encuentro en el que Duhalde
permaneció silencioso, pero con movimientos negativos de su cabeza,
que no podían interpretarse como asentimiento. Según la lectura
de Carville, aunque el principal problema que afecta a la sociedad argentina
es la desocupación, nadie espera de ninguno de los candidatos un
cambio rápido en esa materia. El tema que podría marcar una
diferencia respecto del competidor sería la actitud ante la corrupción.
Duhalde debería presentarse como el abanderado en la lucha contra
los corruptos y escalar hacia el 24 de octubre con una serie de denuncias,
que no irían dirigidas contra su competidor electoral, a quien se
considera invulnerable en ese terreno, sino contra altos funcionarios del
gobierno nacional. El primer blanco debía ser el delegado presidencial
en la obra social de los jubilados, Víctor Alderete. Pero al mismo
tiempo Duhalde estaba negociando una tregua con Menem, que le cubriera
las espaldas para dedicarse de lleno a enfrentar a De la Rúa. Carville
entendió que Duhalde no estaba en condiciones de aceptar su recomendación
y se despidió sin dramatismo.
No menos que respecto de Patti, Duhalde también es corresponsable
por la política económica de la que ahora procura tomar distancia.
Más allá del análisis de viabilidad de lo que ahora
propone, también es dudosa su eficacia como argumento proselitista.
Es cierto que cuando por consejo de los consultores brasileños De
la Sota prometió rebajar en un tercio todos los impuestos provinciales
no era el favorito para los comicios que terminó ganando por una
diferencia inusual en Córdoba. Pero las diferencias entre la elección
cordobesa y la nacional son ostensibles. El triunfo del candidato justicialista
también puede leerse como fruto del cansancio por 16 años
de gobierno radical, que incluyó los cargos de corrupción
que cerraron el período de Eduardo Angeloz y el duro ajuste que
realizó Ramón Mestre. En octubre, en cambio, se podrá
expresar el hastío por casi once años de gobierno justicialista,
ajuste incluido. Cada uno es hijo de sus obras y con políticos que
llevan tantos años en el primer plano de la escena nacional es improbable
que los duros hechos puedan ser desplazados por una imagen publicitaria.
Cambio de nombre
Los dos candidatos presidenciales y el jefe saliente del Poder Ejecutivo
se reunieron en Buenos Aires con el responsable de la política contra
las drogas del gobierno de los Estados Unidos. Ex jefe del comando sur
del Ejército de su país, Barry McCaffrey es un general atípico.
En cuanto asumió el cargo defraudó buena parte de las expectativas
al plantear que no debía ponerse el énfasis en la represión
sino en la prevención de lo que constituye un problema de salud
pública. Desde que el presidente Bill Clinton definió como
un problema de seguridad nacional de los Estados Unidos la situación
en Colombia, McCaffrey y otras autoridades de su país han procurado
persuadir a todos los países de la región que no estaban
propiciando una intervención militar en aquella nación. Aquí,
antes de la llegada del general, el encargado de la embajada, Manuel Rocha,
reunió a políticos de los principales partidos y a periodistas
para transmitirles ese mensaje, que McCaffrey ratificó en su conferencia
de prensa al concluir su ronda de entrevistas.
No obstante, la aprobación por el Congreso norteamericano de
fondos extraordinarios para Colombia y el relajamiento de los controles
que hasta este año diferenciaban entre contrainsurgencia y lucha
contra el tráfico de estupefacientes, marcan una escalada en la
injerencia estadounidense en la región. Según una investigación
publicada en julio de 1998 por el diario norteamericano “The Washington
Post” el Pentágono “está realizando ejercitaciones de entrenamiento
especializado con todos los ejércitos de Latinoamérica, a
menudo eludiendo la efectiva supervisión civil”. Ese año,
2.700 efectivos estadounidenses se desplegaron en 26 países de América
Latina y el Caribe, según las cifras del Comando Sur. Esos despliegues
“están haciendo que los críticos en los Estados Unidos y
en Latinoamérica se pregunten si es apropiado ese compromiso tan
poco controlado con los ejércitos de la región, cuando los
inmaduros gobiernos democráticos todavía están luchando
por consolidar la supremacía civil”, sostuvo el “Washington Post”.
En la Argentina dos obstáculos difíciles de salvar se
oponen a los propósitos estadounidenses. Uno proviene de las leyes
de defensa nacional y de seguridad interior. La presión estadounidense
parece haber logrado algún efecto en ese sentido. El mismo día
en que se reunió con McCaffrey, el candidato presidencial de la
Alianza, Fernando De la Rúa sostuvo que “la Ley 24.059 de seguridad
interior regula la función de las Fuerzas Armadas, que es la de
dar apoyo logístico y acumular datos de inteligencia”. Esto no es
cierto. La ley veda la actuación militar en misiones de inteligencia
u operativas dentro del país.
Contradictoriamente, en la misma declaración De la Rúa
dijo que de llegar al gobierno promovería una ley que permitiera
a los militares hacer inteligencia sobre los narcotraficantes internacionales.
Cualquier claudicación en esta materia puede tener consecuencias
letales para la consolidación de un sistema democrático sin
intromisiones castrenses. En la investigación citada el “Washington
Post” citó a oficiales norteamericanos que dirigen el entrenamiento
de las tropas latinoamericanas según quienes la mayor diferencia
entre estos programas y los tradicionales de tiempos de la guerra fría
es que “los efectivos norteamericanos son llamados entrenadores y no asesores”.
Un alto oficial declaró: “Si se trata de destruir un blanco, da
lo mismo llamarlo un laboratorio narco o un campamento guerrillero. No
hay mucha diferencia entre lucha contra las drogas y contrainsurgencia.
Sólo que ya no usamos la expresión contrainsurgencia porque
es demasiado irritante”. Es una lectura recomendable para candidatos.
De copas
El segundo obstáculo para los objetivos estadounidenses es la
insignificante incidencia en la Argentina de la adicción a sustancias
prohibidas. McCaffrey fue precedido por sus declaraciones formuladas en
otras escalas de su gira contintental, según las cuales habría
un dramático aumento en la adicción a las drogas entre los
jóvenes argentinos. En marzo de este año la secretaría
de la Presidencia especializada en la materia difundió su Primer
Estudio Nacional sobre Adicciones, que refuta las afirmaciones del visitante.
Aquí el abuso de alcohol y de tabaco superan en forma abrumadora
a la adicción a sustancias prohibidas que, incluso son superadas
por la adicción a medicamentos de venta legal. De acuerdo con una
muestra representativa de toda la población entre 19 y 65 años:
La semana anterior a la encuesta habían usado
Alcohol 66,2%
Tabaco 39,8%
Marihuana 2,2%
Sedantes 1,5%
Cocaína 1,2%
Estimulantes permitidos 0,6%
Inhalantes 0,4%
Pasta base 0,3%
Alucinógenos, opiáceos 0,2%
Crack 0,1%
El alcohol está presente en 55,7 por ciento de las urgencias
que se atienden en hospitales públicos y en cuatro de cada diez
accidentes de tránsito, lo cual describe un problema sanitario y
de seguridad incomparable con cualquier otro rubro. Sin embargo, ni los
gobiernos argentino y estadounidense ni los candidatos presidenciales lo
han incluido en la agenda bilateral.
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