EL ARZOBISPO QUE DESAFIO A DE LA RUA ES LA PERSONALIDAD DE LA IGLESIA MAS AVASALLADORA Y CONFLICTIVA EN DECADAS
Con el mazo dando
 
El arzobispo que emplazó a De la Rúa para que vetara una ley aún no sancionada es la personalidad más avasalladora y conflictiva de la Iglesia en décadas. Bergoglio es el primer jesuita en tan alta jerarquía, pero sus relaciones con la congregación están rotas. Acusado de entregar a sacerdotes durante la dictadura militar, también hay quienes afirman que los salvó de la muerte. Los jesuitas lo recluyeron en Córdoba donde estuvo virtualmente secuestrado. Llegó al arzobispado gracias a Quarracino y Calabresi, pero también hubiera sido elegido por los sacerdotes, entre quienes es un ídolo. La presión de las Corporaciones sobre la Alianza. 

Turnos: La Iglesia, tan militante contra el gobierno de Alfonsín y tan complaciente en la década menemista, está haciendo precalentamiento ante la hipótesis de una victoria de la oposición.

 
 

Por Horacio Verbitsky

t.gif (862 bytes) El Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, quien el jueves emplazó públicamente a Fernando De la Rúa a vetar una ley que la Legislatura de la Ciudad aún no sancionó, es la personalidad de la Iglesia más avasalladora y conflictiva en décadas, amado por unos y execrado por otros. Según la fuente que se consulte, es el hombre más generoso e inteligente que alguna haya vez haya dicho misa en la Argentina o un maquiavélico felón que traicionó a sus hermanos en aras de una insaciable ambición de poder. Tal vez la explicación resida en que Bergoglio reúne en sí dos rasgos que no siempre van juntos: es un conservador extremo en materias dogmáticas y posee una manifiesta inquietud social. En ambos aspectos se parece a quien lo designó al frente de la principal diócesis del país, el papa Karol Wojtyla. La espectacular irrupción de Bergoglio coloca ahora en la escena pública un debate que desde hace veinte años divide a la Iglesia y que se extiende a todos los aspectos, desde su comportamiento durante la dictadura militar hasta su desempeño al frente de la Compañía de Jesús, y que se expresa en categóricas paradojas: el arzobispo de Buenos Aires es el primer jesuita en alcanzar esa jerarquía y sin embargo, carece de toda relación con la Compañía, donde su nombre es denostado. La intimación de Bergoglio a De la Rúa también plantea un apasionante debate político: la Alianza por la Seguridad, el Trabajo, la Justicia y la Educación, ¿debe capitular ante cada una de las corporaciones, como ya hizo con la Policía Federal al devolverle el control omnímodo de las calles de la Ciudad, o hacerse fuerte en los temas que la llevaron hasta donde ya llegó y organizar poder social para resistir los previsibles embates que seguirán, tema por tema?
Iglesia y dictadura
En su libro “Iglesia y dictadura”, editado en 1986, cuando Bergoglio no era conocido fuera del mundo eclesiástico, Emilio Mignone lo mencionó al referirse a lo que llamó “la siniestra complicidad” con los militares, que “se encargaron de cumplir la tarea sucia de limpiar el patio interior de la Iglesia, con la aquiescencia de los prelados”. Según el fundador del Centro de Estudios Legales y Sociales, el ex obispo de Santa Fe Vicente Zaspe reveló que durante una reunión con la Junta Militar en 1976, el entonces presidente de la Conferencia Episcopal y vicario castrense, Adolfo Servando Tortolo, solicitó que antes de detener a un sacerdote las Fuerzas Armadas avisaran al obispo respectivo. Agrega que “en algunas ocasiones la luz verde fue dada por los mismos obispos. El 23 de mayo de 1976 la Infantería de Marina detuvo en el barrio del Bajo Flores al presbítero Orlando Yorio y lo mantuvo durante cinco meses en calidad de desaparecido. Una semana antes de la detención, el arzobispo Aramburu le había retirado las licencias ministeriales, sin motivo ni explicación. Por distintas expresiones escuchadas por Yorio en su cautividad, resulta claro que la Armada interpretó tal decisión y, posiblemente, algunas manifestaciones críticas de su provincial jesuita, Jorge Bergoglio, como una autorización para proceder contra él. Sin duda, los militares habían advertido a ambos acerca de su supuesta peligrosidad”. Mignone se pregunta “qué dirá la historia de estos pastores que entregaron sus ovejas al enemigo sin defenderlas ni rescatarlas”. 
Sin embargo, alguien que estuvo muy cerca de Mignone desde aquellos años y hasta su muerte en diciembre del año pasado, la actual Defensora del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, Alicia Oliveira, suministra una versión antagónica sobre el rol de Bergoglio en aquel tremendo episodio. Aunque no coincide con las posiciones conservadoras del arzobispo, quien es padrino de sus hijos, Oliveira sostiene que Bergoglio avisó del peligro en ciernes a Yorio y a su compañero Francisco Jalics, quienes trabajabanen la villa de Flores junto con la hija de Mignone y con una hermana de Alicia. “Les dijo que tenían que levantarse y no le hicieron caso. Cuando los secuestraron, Jorge averiguó que los tenía la Armada y fue a hablar con Massera, quien lo saludó en forma campechana para menoscabarlo:
-¿Qué dice, Bergoglio?”.
Según la Defensora del Pueblo “Jorge no se dejó intimidar y le contestó del mismo modo:
- ¿Qué dice, Massera? Le vengo a decir que si no pone en libertad a los sacerdotes, yo como Provincial voy a denunciar lo que pasó. Al día siguiente aparecieron en libertad”.
Un sacerdote de la Compañía de Jesús, que habló bajo condición de anonimato, refutó esa versión: “¿Cinco meses esperó para reclamar? La Marina no se metía con nadie de la Iglesia que no molestara a la Iglesia. La Compañía no tuvo un papel profético y de denuncia, a diferencia de los palotinos o los pasionistas, porque Bergoglio tenía vinculación con Massera. No son sólo los casos de Yorio, Jalics y Mónica Mignone, de cuyo secuestro la Compañía nunca formuló la denuncia pública. Otros dos curas, Luis Dourrón, que luego dejó los hábitos, y Enrique Rastellini, también actuaban en el Bajo Flores. Bergoglio les pidió que se fueran de allí y cuando se negaron hizo saber a los militares que no los protegía más, y con ese guiño los secuestraron. Cuando salieron los dejó librados a su suerte, y otros como Miguel Hesayne y Jorge Novak tuvieron que protegerlos”, sostiene el sacerdote. 
–¿A usted le consta en forma personal que haya sido así?
–Eso es lo que siempre supimos en la Iglesia de los Pobres y los Seminarios de Teología para Laicos.
Un laico de activa participación en ese sector y que durante la dictadura intervino desde organismos de la Iglesia en la denuncia en el exterior de las violaciones a los derechos humanos, agrega detalles sombríos. El laico, quien también pidió no ser identificado, dijo que “por los datos íntimos que poseían y las preguntas que le hicieron en la ESMA, Yorio cree que Bergoglio o alguien muy próximo estaba presente en los interrogatorios. Si Yorio se salvó fue porque intervino el Vaticano. Bergoglio fue un entregador y muchos miembros de la Compañía debieron exiliarse. Algunos fueron torturados, como Juan Luis Moyano Llerena, detenido cuando aún era seminarista, quien salvó la vida por gestiones de su padre, que había sido ministro de Economía”, sostiene el laico. Ninguno de los protagonistas de esta historia estuvo accesible para corroborar sus detalles.
¿Es posible conciliar esta visión con la que transmite Alicia Oliveira? “Antes de irse a vivir al Seminario de San Miguel, Bergoglio habitaba una casa de la Compañía en la calle Yatay. Un grupo de tupamaros perseguidos buscó refugio allí, y él los sacó del país. Todos los domingos comía con sus sacerdotes en la casa de ejercicios San Ignacio, en San Miguel, que estaba enfrente de la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral. Un día cayó una patota de Campo de Mayo que vió el cartel “Casa de Ejercicios” y puso a todos los curas contra la pared. Jorge intercedió para que no se los llevaran. En esos almuerzos, con ravioles amasados por ellos, Bergoglio organizaba las despedidas de los curas o los laicos consagrados que estaban en situación de riesgo, entre ellos el hijo de un general. El se encargaba de sacarlos del país, y todos hablaban de la situación, con rezos. Jorge los protegía”, dice la Defensora del Pueblo. La fundadora de Madres de Plaza de Mayo, Esther Balestrino de Careaga fue compañera de trabajo de Bergoglio. Un día le pidió que fuera a dar la santa unción a un familiar. En realidad quería pedirle que se hiciera cargo de su biblioteca. “Bergoglio se llevó los libros en una camioneta a San Miguel”. Esther Balestrino fue secuestrada y nunca reapareció. En cambio su hija, Ana María Careaga, fue puesta en libertad luego de pasar por varios camposde concentración. “Jorge habló con ella, con muchísimo afecto”, agrega Oliveira. 
Hijos de San Ignacio
“Es un enfermo de poder”, dice un sacerdote jesuita que hace un cuarto de siglo fue su amigo. Su descripción es la de un hombre simpático y con una notable capacidad de captación, conservador pero con preocupación por los pobres. En 1973, el año del regreso de Juan D. Perón a la Argentina y al gobierno, Bergoglio fue designado Provincial de la Compañía por un periodo de tres años y a su conclusión reelecto por otro tanto. “Era una época de cambios y el Superior de la Orden, Pedro Arrupe, promovía a los jóvenes. La formación jesuítica lleva 14 años y culmina a los 32 de edad. Bergoglio tenía apenas 36 y era el candidato de la gente más progresista, sin ser revolucionario”. En esos años posteriores al Concilio Vaticano II, cerca de un 30 por ciento de los estudiantes y sacerdotes de la Compañía dejaron la Iglesia, por razones personales, ideológicas o institucionales. “A los nuevos que entraban, Bergoglio les dió un marco de contención más rígido y estructurado. Esto se agudizó después de 1976, cuando su opción se inclinó por lo más tradicional. Esto produjo un tipo de estructura jesuítica diferente a la del resto de América Latina y generó mucho aislamiento de la Provincia”, dice el sacerdote. Los jesuitas formados por Bergoglio siguen una línea dogmática tradicional, pero “hacen la pastoral de fin de semana con los pobres. Les infundio una visión sacramentalista, acrítica y muy asistencialista”, añade. Según el sacerdote, Bergoglio “trató de desarmar el centro de estudios de la Compañía, el CIAS, donde estaban los sacerdotes Storni y Pellegrini. En la revista que editaban se publicó el artículo de Pellegrini sobre la represión que reprodujo Timerman y provocó la clausura de `La Opinión`”, dice. “Eran unos snobs intelectuales”, desdeñan quienes avalan a Bergoglio.
Al concluir su ciclo como Provincial, Bergoglio fue sucedido por el flamenco belga Andrés Swinnen. Bergoglio asumió como Rector de la Facultad de Filosofía y Teología de San Miguel, por otros seis años, y desde allí siguió influyendo en la Compañía, donde el nuevo Provincial nunca tuvo suficiente consenso como para eclipsarlo. En esos doce años formó una generación de jesuitas y hasta hoy su huella se siente en la Compañía. “Ha escrito libros de espiritualidad y ha sido maestro de novicios. Aún conserva el control de la Universidad del Salvador, donde designó como rector al ex seminarista Juan Tobías, y tiene una oficina ahí. Sin embargo, no hay ningún jesuita enseñando en El Salvador”, dice su ex amigo. 
En 1985 se produjo un episodio que no ha cesado de enturbiar la relación del ex Provincial con su congregación. Bergoglio fue trasladado a una Casa de la Compañía en Córdoba. Aunque el arzobispo de Buenos Aires no concede entrevistas periodísticas, personas próximas a él dicen que allí lo tuvieron virtualmente secuestrado. “Decían que estaba loco y lo tenían encerrado, no le pasaban las llamadas, presuntamente para protegerlo”. El sacerdote jesuita que fue amigo de Bergoglio no niega los hechos, aunque les da una explicación diferente. “Puede ser, no digo que no haya ocurrido así. Según como se mire. Los conflictos internos fueron muy serios, tanto por la línea seguida como por el modo de gobierno y por cierto maquiavelismo. Para él, vale todo. Si se estaba tratando de cambiar la orientación de la Compañía y lo llamaban los estudiantes, es probable que no le pasaran las llamadas, porque hubiera perturbado ese trabajo de cambio”, admite. En 1985, en lugar de Swinnen fue designado Provincial el presidente de la Conferencia Argentina de Religiosos (CAR), Victor Zorzín, sucedido seis años después por Ignacio García Mata. Aislado en Córdoba, Bergoglio perdió gravitación en la Compañía, con la que al recuperar plenalibertad rompió relaciones y quedó en una atípica relación: sigue siendo jesuita, aunque sin obediencia a la Provincia. La visiones excluyentes sobre el personaje se repiten casi tema por tema. Sus allegados sostienen que Bergoglio fue apartado luego del copamiento de la Universidad del Salvador por Guardia de Hierro y las brigadas San Ignacio, que apoyaban a Mohamed Alí Seineldín, durante los años calientes de los alzamientos carapintada contra el gobierno de Raúl Alfonsín. Luego de un breve paso por Alemania volvió a la Argentina y en 1992 fue designado obispo auxiliar de Buenos Aires. Quienes defienden al ex Provincial sostienen que no fue él sino uno de sus sucesores en la Congregación quien estrechó relaciones con Massera, junto a quien se lo vería en una escena de la película “La República Perdida”, mientras desde la Universidad del Salvador otro de sus reemplazantes alentaba la aventura bélica en las islas Malvinas.
Del Caribe al Plata
“Bergoglio es el responsable de que la Provincia argentina sea retrógrada, espiritualista, conservadora, con una postura cercana al integrismo, lo cual es un caso único en el mundo, donde los jesuitas se destacan por lo contrario”, afirma un estudioso de la Compañía. “Una generación entera de jesuitas, los que hoy tienen de 35 a 55 años, fue formada por Bergoglio en el culto a la personalidad, el clientelismo y la obsecuencia. Visita a los curitas y les soluciona problemas, les ofrece una computadora o un viajecito de vacaciones. Y oficiosamente sigue manejando la Universidad del Salvador. En todo el mundo los jesuitas son vanguardia, acá trogloditas”, agrega.
La fractura fue tan marcada que congregaciones que tienen la misma espiritualidad que los jesuitas, como las Esclavas, el Sagrado Corazón, las Hijas de Jesús, o la Compañía de María, que normalmente recurrían a jesuitas de la provincia argentina para sus ejercicios espirituales anuales o para sus cursos de teología, comenzaron a invitar a sacerdotes jesuitas de otras provincias. La gravedad del conflicto llegó a tal punto que en 1997, cuando Bergoglio asumió como arzobispo coadjutor con derecho a sucesión, la Compañía decidió no designar como provincial a un jesuita argentino, para evitar roces. Desde entonces, el Provincial de la Compañía es el sacerdote colombiano Alvaro Restrepo y recién el viceprovincial (o socio, en la jerga) es argentino. Pero la Provincia continúa profundamente dividida y Bergoglio aún conserva un grado de influencia en sus filas. “Su obsesión con la Compañía es muy grande. La Provincia Jesuítica lo invitó a ordenar sacerdote a un hijo de su hermana y ni contestó. Luego de dos meses de espera, el Provincial lo vio para preguntarle la respuesta. Fue una reunión seca de dos minutos, en la que le echó a la Compañía toda la culpa del conflicto”, dice el sacerdote. 
La promoción
La promoción de Bergoglio se debe a quien lo antecedió en la arquidiócesis de Buenos Aires, Antonio Quarracino y al Nuncio Apostólico, el italiano Ubaldo Calabresi. Cuando el titular propone y el Nuncio avala, Roma no objeta. Pero Bergoglio también hubiera accedido al arzobispado si la designación se hubiera decidido por el voto de los sacerdotes, entre quienes goza de una fuerte adhesión. “Cultiva el bajo perfil. Está honestamente preocupado por los pobres, vive su espiritualidad. Es encantador, conquistador, muy austero, lleva siempre el mismo traje viejo, anda con zapatos gastados, viaja en colectivo y en subterráneo”, dice un sacerdote que lo conoce bien. Al renovarse la cúpula eclesiástica en 1996, Bergoglio que aún era auxiliar de Quarracino ocupó un lugar en la Pastoral Social. Su designación nada menos que como arzobispo de Buenos Aires pasópor encima de varias tradiciones: es el primer religioso de una congregación y no del clero diocesano que alcanza esa posición, y el primer jesuita. Tampoco es común que la principal diócesis del país sea ocupada por alguien que no ha sido antes obispo titular de otra. Al describir su personalidad, su ex amigo jesuita dice que Bergoglio es un hombre de gran carisma para relacionarse. “Es capaz de acompañar toda la noche a un cura enfermo. Cuando era coadjutor iba a vivir a las parroquias. Les daba una semana de vacaciones a los curas y él se quedaba en su lugar. Así se ganó al clero joven. No es distante ni hace frías visitas de inspección”. Un obispo ubicado en los antípodas ideológicos de Bergoglio, con quien sólo tiene en común la antipatía que se profesan, se refiere a él en términos muy similares: “Es un hombre muy peligroso. Si tiene un cura enfermo lo va a ver y se queda toda la noche. Un horror. Yo voy de visita pero me quedo diez minutos”, dijo el Obispo, quien no autorizó que se revelara su identidad. 
Parábolas bíblicas
Quien primero advirtió el cambio político que significó el ascenso de Bergoglio al arzobispado fue el presidente Carlos Menem, quien deseaba velar a Quarracino en la Casa de Gobierno. Bergoglio se negó y dispuso que la ceremonia se celebrara en la Catedral. Menem se proponía ser uno de los oradores, pero Bergoglio decidió que nadie más que él hablaría. En su primer año como arzobispo, Bergoglio instó a ocuparse de los niños, los enfermos, los ancianos y los desocupados. También pronunció homilías críticas de lo que llamó “las elites parásitas, estériles, que viven para maquillar su propia existencia”. En unas jornadas de Pastoral Social dijo que “el Señor nos quiere metidos en el mundo” y que la Iglesia no debía “confundir su misión de ser luz y fermento con una conciencia de elites”. El encuentro consistió en mesas redondas y talleres de trabajo simultáneos sobre pobreza, vivienda y salud. En la misa de cierre, concelebrada con una decena de sacerdotes dijo: “Como pueblo de Dios, metámonos en la urdimbre social de nuestra ciudad, que nos necesita; una ciudad a la que nosotros necesitamos saber escuchar, sufrir con ella, no cerrarle las entrañas”. Su muñeca política se reflejó en la composición de los paneles. Entre los participantes hubo radicales como Juan Octavio Gauna, menemistas como Eduardo Amadeo, cavallistas como Juan Llach y frepasistas como Arnaldo Bocco. Pero sería ingenuo pensar que las posiciones de Bergoglio sólo representan sus preferencias personales. Ya en noviembre y diciembre de 1996 la nueva directiva de la Conferencia Episcopal emitió declaraciones fustigando la corrupción y exaltando “las conquistas sociales y la dignidad de los trabajadores”. Esa es la línea elegida por la Iglesia argentina, con el beneplático del Vaticano, para escapar de los cuestionamientos por su actuación bajo la dictadura, que se suscitaron en 1995 con la revelación del capitán de la Armada Adolfo Scilingo de que la jerarquía eclesiástica había aprobado los métodos bárbaros de ejecución de prisioneros y que los capellanes se encargaban de acallar con parábolas bíblicas los escrúpulos de los oficiales que dudaban de la legitimidad de las órdenes de asesinar a prisioneros indefensos.
Lo que vendrá
Es probable que esa línea se acentúe si la Alianza por la Seguridad, el Trabajo, la Justicia y la Educación gana las elecciones presidenciales el próximo semestre. La Iglesia, tan militante contra el gobierno radical de Alfonsín y tan complaciente en la década menemista, está haciendo precalentamiento ante la hipótesis de una victoria de la oposición. El episodio del jueves encierra también otras enseñanzas. Ninguna concesión acualquiera de las corporaciones que pesan sobre la sociedad política será la última, porque lejos de saciarlas, las ceba. La claudicación de la Alianza ante la policía estimuló a la Iglesia a presentar su propio pliego de condiciones, sin cuidar ni siquiera las formas. De la Rúa se apresuró a contemporizar con Bergoglio. Acaso temió que, de no hacerlo, en vez de las minifaldas de los travestis que escandalizan a los vecinos de pro, los estudios de televisión se poblaran de iracundas maxifaldas sacerdotales, en una nueva campaña contra otro Código de Convivencia, ya no en las calles de la Ciudad sino en las aulas escolares. Algo similar está ocurriendo en Italia, donde el gobierno del ex comunista Mássimo D`Alema no cesa de retroceder ante las presiones culturales y económicas de la derecha. A la reunión de D`Alema con el Papa y la restrictiva ley de fertilidad asistida (que prohibió el empleo de semen y óvulos de donantes ajenos a la pareja), siguió la ley de educación en Bologna, que bajo el capcioso argumento de asegurar la igualdad de oportunidades, plantea derivar parte de los fondos asignados a la educación pública para subvencionar los colegios confesionales, y el proyecto de ley de precarización laboral. El jefe de gobierno lo defendió alegando que con su sanción habrá más trabajadores protegidos legalmente. De ser así es curioso que un político tan hábil no lo haya anunciado ante los sindicatos, sino frente a un auditorio de grandes empresarios de Milán. La escalada culminó con la decisión de participar en los bombardeos de la OTAN contra la infraestructura civil de Serbia. Nada de eso hubiera sido posible en tiempos de los gobiernos democristianos, porque entonces había una poderosa oposición de izquierda que lo hubiera impedido. ¿Lo mismo nos espera en la Argentina?