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El general Balza sostuvo ayer que el Ejército estaba mortificado,
ya que sólo el 20 por ciento de los cuadros en actividad formaban
parte del Ejército durante la guerra sucia. De ellos, unos pocos
“casos muy puntuales” han sido objeto de denuncias por su actuación
en la represión del Estado Terrorista. Respecto de quienes llamó
“los camaradas en situación de retiro que estaban en aquel entonces
en servicio” dijo que “la inmensa mayoría, la inmensa mayoría,
tuvo una conducta honorable, tuvieron un comportamiento ético acorde
con los valores que debe sustentar el Ejército Argentino y escasos,
pocos, muy, muy, muy pocos, cometieron hechos de los que el Ejército
se lamenta que hayan sido cometidos” (sic). El muy, muy, muy de Balza fue
pronunciado con un tono de indignación que ojalá alguna vez
algún jefe del Ejército reservara no para las acusaciones
sino para los horrendos crímenes cometidos durante la dictadura
militar, que Balza sólo mencionó con gran pudor como “la
época a la cual nos estamos refiriendo”. También reiteró
que no podía cotejar las contradictorias declaraciones del general
Cabanillas en una causa judicial de 1977 con sus afirmaciones actuales
porque en un estado de derecho ello corresponde a los jueces. Volvió
a negar que existieran en el Ejército copias de las órdenes
de operaciones de la guerra sucia, actas o listas de personas desaparecidas.
3. Es cierto que Balza no puede juzgar a Cabanillas. Su afirmación de que está sometido a las decisiones de la Justicia como todo el Ejército, difiere del tradicional emblocamiento corporativo. Pero sí puede ordenar que una comisión de honor determine si hay motivo para formarle un tribunal de honor. Por mucho menos sometió a ese procedimiento al Mussolini tucumano Domingo Bussi. El no hacerlo pone en duda la sinceridad de sus expresiones de solidaridad con los abuelos y abuelas que siguen buscando a sus nietos nacidos en cautiverio. Lo mismo puede decirse de su pretensión de que no conoce el nexo que había entre la SIDE y Automotores Orletti. El papel de ingenuo no le sienta. 4. La misma causa que instruye el juez Bagnasco, en la que Balza declaró ayer como testigo, desmiente su afirmación de que no existen copias de órdenes de operaciones o actas vinculadas con la guerra sucia. Al menos una fue aportada por el mismo Balza: es aquella en la que el ex comandante en jefe Cristino Nicolaides ordena quemar toda la documentación. Otras fueron aportadas por los abogados de las Abuelas de Plaza de Mayo, Alberto Pedroncini y David Baigún: son aquellas que se refieren al trato que hay que dar a los niños detenidos en procedimientos militares. Y muchas más siguen entre los cuerpos del juicio a los ex Comandantes, aportadas ya bajo el gobierno de Alfonsín por el Ministerio de Defensa. Es decir que si luego fueron destruidas, no fue en cumplimiento de la orden de Nicolaides que invocó Balza. 5. Balza se abstuvo de mencionar en su conferencia de prensa los rollos informáticos que, a pedido del fiscal Miguel Angel Osorio, Bagnasco secuestró en la jefatura de Inteligencia del Estado Mayor del Ejército el 29 de enero. Yo había presentado la denuncia en el juzgado el 19 de enero, junto con un minucioso plano de cuya exactitud ya no quedan dudas. Entre la denuncia y el allanamiento transcurrieron diez días, y luego del allanamiento el material permaneció allí una semana hasta que comenzaron los peritajes. Hasta hoy los peritos policiales no han logrado descifrar el contenido de una parte de los rollos, que podrían ser copia en soportes magnéticos más modernos de los viejos rollos de las máquinas de hace dos décadas. Pero el Ejército que Balza conduce, tampoco les ha suministrado las claves para hacerlo. “Tengan plena confianza en el juez que está interviniendo en la causa”, pidió ayer Balza a los periodistas. Y fue la única vez que sonrió en toda la conferencia de prensa.
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